En nuestra reunión de enero de 2.029, estuvimos analizando los problemas y las posibles soluciones globales de la agroganadería, entendida esta como un pilar básico del sostenimiento del mundo rural. En una sociedad teletrabajando e hiperconectada, el redescubrimiento de la vida en núcleos pequeños de población ha sido inevitable y esto se ha traducido en impulsar el sector económico de la agroganadería más allá de su función básica de producción de alimentos. Como resumen de nuestras discusiones, entre los factores que más pueden influir en este campo, podemos citar:
Comúnmente Las alteraciones climáticas y sus consecuencias, es sin duda el mayor de los problemas globales, a los que nos enfrentamos los agricultores, en mayor grado que el resto de la sociedad. A medida que la temperatura media mundial aumenta, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, vemos consecuencias como el deshielo, fenómenos meteorológicos extremos, propagación de enfermedades, cambios en los ecosistemas, etc.
Para tratar de frenar o minimizar estos efectos, se llevan firmados más de quince grandes y pomposos acuerdos internacionales, todos ellos con muy buenas intenciones y basados en objetivos muy sensatos. Como reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, afrontar la transición energética de nuestras sociedades, hacia un modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia, la sostenibilidad y las renovables. Sin embargo, los resultados son más bien escasos. Es muy difícil detener el anhelo y la necesidad de muchos millones de personas, de los países en desarrollo, a alcanzar un nivel de bienestar razonable, rápido, económico y equiparable al del primer mundo.
La observación de las actuales tendencias climáticas en la península ibérica nos da, un aumento generalizado de la temperatura media anual, con un acusado aumento de la temperatura media mínima y menos acusado en las máximas. También estamos sufriendo una disminución de la precipitación media anual, siendo esta mayor en verano que en inverno y mayor en el sur que en el norte, en primavera y otoño se obtienen valores intermedios entre ambos cambios extremos. El riesgo de sequías e inundaciones ha aumentado considerablemente y los fenómenos más extremos, son cada vez más habituales, así como las olas de calor y frio. La media del rendimiento de los cultivos en la península está disminuyendo y junto con la disminución de las precipitaciones, hace que el agua de riego compita aún más, con la destinada a usos domésticos e industriales.
En nuestra zona de Tierra de Campos, también estamos sufriendo los problemas de las alteraciones climáticas. Por un lado, estos cambios nos benefician, ya que se han reducido los saltos térmicos verano-invierno, día-noche y tenemos unas temperaturas menos severas. Esto ha traído como resultado, que se haya ampliado el ciclo vegetativo y como consecuencia, la disponibilidad de nuevos cultivos. Por el lado negativo, el ritmo de lluvias ha descendido, aunque en una proporción menor que en otras zonas, si bien históricamente es una zona, con muy poca pluviometría media anual (420 L/m2), se ve compensado con la cercanía de la cordillera cantábrica (< 60 Km) que ha mantenido e incluso incrementado su régimen de lluvias.
De lo anterior se desprende, que el agua de riego se convierte, en el valor más importante para el desarrollo de la productividad agrícola. Por ello muchos expertos, en las últimas décadas, vienen exigiendo un completo rediseño de la red hidráulica y las cuencas hidrográficas (estas no han sufrido variaciones desde principios del siglo XX). El desarrollo tecnológico que está teniendo la agricultura, se suma a las cada vez mayores exigencias, para el adecuado aprovechamiento de los recursos hídricos, con soluciones novedosas, ingeniosas e investigación incesante, que permitan mejoras en su explotación, tanto en su vertiente puramente técnica, como en la ambiental o social. La planificación de un recurso natural e imprescindible para la vida de las personas, no se puede hacer en función de los intereses personales del político local de turno.
Actualmente se están proyectando y construyendo nuevos embalses en toda la cordillera Cantábrica (solo en esta cordillera más de 50) tanto en su cara norte como en la sur, con el fin de optimizar la recogida de lluvia, de deshielo y de posibles riadas. También se están realizando galerías de alta capacidad que comunican las dos vertientes y evitar en lo posible que el exceso de lluvia que se pueda producir en la cara norte se desperdicie. Junto con estos embalses se están ejecutando infraestructuras hidráulicas, que consisten en unir estos embalses de cabecera, más pequeños y los primeros en recibir las lluvias torrenciales y los deshielos con otros de más capacidad y a menor cota.
Por otro lado, en la zona de la meseta, las redes de riego, que actualmente en su mayoría están entubadas, forman una red con las balsas en superficie, las balsas subterráneas y los embalses de cabecera. Con esta nueva red hidráulica interconectada se pretende recoger hasta la última gota de lluvia, de deshielo y de escorrentía, canalizarla y almacenarla, respetando siempre el caudal ecológico de los ríos. Este nuevo impulso que se da a las redes hidráulicas, claramente nos favorece dada la situación de cercanía y sobre todo a la ampliación de nuestro ciclo vegetativo gracias al aumento de temperatura media.
Es casi imposible hablar del futuro de la agricultura sin que la palabra biotecnología sea mencionada. Nos ayudara a proveer soluciones que mejoren la producción de los cultivos y a suministrar una nueva y mejorada batería de productos para usos alimentarios y no alimentarios. Estas técnicas traerán enormes beneficios para los productores, la industria y los consumidores. Cuando estos alimentos producidos a través de la biotecnología lleguen al mercado, los consumidores tendrán el privilegio de poder elegir alimentos más seguros y nutritivos. Finalmente, estos cultivos mejorados también permitirán la elaboración de productos farmacológicos, de nutrición animal, aceites industriales y especialidades químicas provenientes de las plantas, recursos renovables y favorables para el medio ambiente.
La bioeconomía será global y solo puede desarrollar todo su potencial si primero se identifican los posibles escenarios y estos se afrontan con la preparación adecuada. En agricultura, es interesante favorecer la aplicación de la biotecnología en la mejora de diversas variedades animales y vegetales, con énfasis en los siguientes puntos:
Como aplicación de lo anterior, comentamos en una antigua entrada del blog “La clave son las semillas”, que la biotecnología en agricultura es uno de los factores claves para aumentar la productividad. El esquema que proponíamos en esa entrada de forma resumida estaba basado en cuatro pilares:
Este círculo virtuoso, nos puede llevar a alcanzar el objetivo más importante de la agricultura, que es el de suministrar alimentos a toda la población mundial actual y de futuro.
Otra de las grandes alternativas es avanzar hacia una agricultura sostenible, de modo que los recursos escasos puedan gestionarse con más eficacia. Al basar el crecimiento en la productividad sostenible, garantizamos la continuidad de nuestra base de producción a fin de alimentar a una población cada vez más numerosa y exigente, también mediante la innovación, al tiempo que mejoramos los medios de subsistencia del mundo rural.
El principio de la sostenibilidad implica, el uso de los recursos a un ritmo que no supere a la capacidad de los ecosistemas para reemplazarlos. Así, el agua se extrae de las cuencas acuíferas a un ritmo, que puede reponerse mediante las infiltraciones y precipitaciones. Las emisiones de gases de efecto invernadero, se compensan mediante la fijación y almacenamiento de Co2. Se detiene la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad y los contaminantes no se acumulan en el entorno. Las pesquerías de captura y otras fuentes renovables no se agotan más allá de su capacidad para recuperarse.
La F.A.O. propone cinco principios clave para guiar el desarrollo estratégico de nuevos enfoques y la transición hacia una agricultura sostenible:
Como resumen la agricultura sostenible pretende: Producir alimentos seguros, saludables y de alta calidad. Conservar los recursos naturales, lo que se extrae del medio ambiente se devuelve a él, a fin de mantener en buen estado recursos como el agua, el suelo o el aire para las generaciones futuras. Los insumos químicos, como fertilizantes y fitosanitarios, se usan con prudencia. Garantizar la viabilidad económica, las explotaciones deben generar ingresos suficientes para su continuidad y ayudar a reforzar la economía y contribuir a un desarrollo territorial equilibrado. Garantizar el bienestar de los animales. Gestionar las zonas rurales, conservar hábitats valiosos, potenciar la biodiversidad y mantener paisajes atractivos que no existirían sin ellas. Mejorar las condiciones de vida y estructuras sociales de las zonas rurales, creando así un entorno que resulta igualmente atractivo para el turismo.
Todo ello se puede conseguir invirtiendo en ciencia y tecnología, esto puede ayudar a aumentar la productividad de la agricultura, ganadería y silvicultura, de forma sostenible y a alcanzar los objetivos de seguridad alimentaria. La innovación puede adoptar muchas formas, desde desarrollar mejores productos fitosanitarios, hasta mejorar las prácticas agrícolas, como la irrigación controlada por GSM o la labranza mínima controlada por GPS.
La agricultura ha sufrido a lo largo de la historia múltiples revoluciones, desde el uso de animales de tiro, pasando por la mecanización del campo, el desarrollo de la química y por último la biotecnología. Todo ello ha permitido mejorar especies, hacerlas inmunes a plagas o aumentar el rendimiento. Actualmente, estamos ante una nueva revolución: una transformación digital en la agricultura.
La inversión en la investigación de las tecnologías modernas es esencial, en vista de la magnitud de los retos a los que se enfrenta la seguridad alimentaria y el crecimiento poblacional en las próximas décadas. En la evaluación de las nuevas tecnologías, sobre las garantías de seguridad alimentaria y ambiental, no deberían excluirse a priori sobre una base ética o moral, sino que debe establecerse rigurosamente, el control de cualquier tecnología nueva antes de su implantación (y no mediante versiones simplistas del principio de precaución, con un proceso de toma de decisiones abierto y transparente.
La agricultura de precisión es una estrategia que gestiona los cultivos observando, midiendo, procesando y actuando. Analiza datos temporales, espaciales e individuales y los combina con informaciones climáticas, edafológicas y biológicas propias de los cultivos, para respaldar las decisiones de manejo de los cultivos, de acuerdo con un óptimo en productividad y así mejorar la eficiencia en el uso de recursos, la productividad, la calidad, la rentabilidad, la mejora del trabajo y la sostenibilidad de la producción agrícola.
Las etapas de esta agricultura se basan, en una secuencia que empieza por la adquisición de datos (sensorización), el análisis de esos datos (herramientas estadísticas, físicas y matemáticas), la toma de decisiones (tanto del productor como de algoritmos contrastados) y por último monitorización de resultados, con ello evaluamos las acciones tomadas y retroalimentamos el sistema para futuras campañas.
La sensorización, la conexión de las diferentes fuentes de datos y la interoperabilidad (máquinas conectadas entre sí) resulta clave en este nuevo entorno. De este modo, las máquinas agrícolas son cada vez más inteligentes y se adaptan a las condiciones del cultivo y del entorno, así como a los requisitos de producción del agricultor.
Esta tecnología contribuye a producir una agricultura más eficiente y sostenible. Nos permite ahorrar en productos fitosanitarios, abonos, combustibles, reducir la cantidad de nitrógeno utilizado y optimizar la utilización de agua. Esto reduce los costes, permite optimizar la agricultura y reducir el impacto medioambiental; así, con menos recursos se obtiene mayor producción, lo que permite hacer frente a la enorme reducción de tierra cultivable que vemos en nuestros días y al crecimiento de la población mundial.
Como complemento de las anteriores líneas, surge hace unas décadas el concepto de biorrefinería. La Unión Europea apuesta por una bioeconomía sostenible, quiere decir trabajar por una Europa que cuente con fuentes de materias primas renovables domésticas, que genere productos de alto valor a nivel local (alimentos, piensos, nuevos materiales y combustibles), cree puestos de trabajo en diferentes sectores, permita el crecimiento rural en todas las regiones y promueva el uso inteligente y eficiente de los recursos.
La Agencia Internacional de la Energía ha definido una biorrefinería como el procesamiento (estructura industrial integrada) de todas las fracciones y subproductos de la biomasa (toda materia orgánica de origen renovable que pueda ser empleada con fines industriales) de manera sostenible, para lograr su conversión en una variedad de productos bio-compuestos (alimentos, sustancias químicas y otras materias primas) y bioenergía (biocombustibles, electricidad y/o calor).
El concepto de biorrefinería surge, al compararlo con las refinerías de petróleo, las cuales producen combustibles múltiples y otros productos derivados, a partir del petróleo. Las biorrefinerías sustituyen los recursos fósiles por otros renovables, en el que cabe la biomasa agrícola, forestal, ganadera, industrial o urbana. Consiste en el procesado sostenible de esta biomasa, mediante un conjunto de transformaciones (directas, físicas, termoquímicas o biológicas) en un amplio espectro de productos de interés comercial (fragancias, sustancias aromatizantes, colorantes, condimentos, sustancias farmacológicas, nutracéuticos, aceites, polifenoles, hidrocarburos, proteínas, entre otros muchos).
Los bioprocesos realizados en las biorrefinerías suelen ubicarse en un ámbito agrícola o rural atendiendo al lugar de disponibilidad de la materia prima; pueden estar centralizados o no (modulares) y realizarse a distintas escalas. Sus distintas fases, de manera general, incluyen esencialmente un transporte, acondicionamiento y preparación de la biomasa, separación de componentes (procesos primarios de biorrefinería), conversión y procesado (procesos secundarios). Mientras que los procesos primarios permiten la separación de los componentes de la biomasa en la materia prima a utilizar, los procesos secundarios conducen a la obtención del bioproducto final. Una biorrefinería aprovecha los varios componentes de la biomasa y sus elementos intermedios, por tanto, maximizan el valor derivado de la biomasa utilizada como materia prima.
La biomasa procedente de los residuos agrícola-forestal, se compone principalmente de celulosa, hemicelulosa y lignina, elementos utilizados para construir moléculas bloque, químicos, combustibles, polímeros y son las principales materias primas que utiliza una biorrefinería. Estos residuos son una de las pocas fuentes capaces de facilitar una producción sustentable de volúmenes significativos y a gran escala, ya que son renovables y obtenidos como residuos de la agricultura. Esta biomasa cumple un rol clave para cambiar la dependencia del mundo, de los combustibles fósiles. La producción integrada de bioenergía, biocombustibles y bioquímicos, a través de procesos altamente tecnológicos de separación y conversión que minimicen el impacto en el ciclo del carbono, definen a una biorrefinería.
Como ejemplo de nuevos biomateriales, tenemos los bioplásticos, son una opción inicial para empezar a reducir el uso de plásticos de origen fósil. Otra propuesta de biorrefinería, puede ser el diseño de un microsistema de fijación de nitrógeno atmosférico, para cubrir las necesidades de abono nitrogenado en una explotación agrícola (podemos encontrar una descripción más detallada en otra entrada de este blog “buscando la autosuficiencia en fertilizantes”, o las múltiples aplicaciones de las algas.
La definición de economía circular es muy difusa y puedes encontrar multitud de entradas que dan una idea aproximada del concepto, pero no he encontrado una apropiada. Al final, como me gusta la simplicidad, definiría la economía circular con una sola palabra “naturaleza[1]”.
Siguiendo el modelo cíclico en el que se basa la naturaleza (la Tierra es un sistema cerrado y por tanto casi todo lo que ocurre en su interior es cíclico), la economía circular es un modelo de producción y consumo que se presenta como un sistema cuasi-cerrado, donde se intenta utilizar un mínimo de materias primas. Para ello se propone un aprovechamiento óptimo de recursos, basándose en el uso de las cuatro “R”: reducir, reutilizar, reparar y reciclar materiales y productos, todas las veces que sea posible. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende. En la práctica, implica reducir los residuos al mínimo. Cuando un producto llega al final de su vida, sus materiales se mantienen dentro de la economía siempre que sea posible, creando así un valor adicional.
[1] Naturaleza: incluso la R.A.E. tiene 16 acepciones a este concepto, me quedo con la primera: “1. f. Principio generador del desarrollo armónico y la plenitud de cada ser, en cuanto tal ser, siguiendo su propia e independiente evolución.».
La agricultura es uno de los sectores donde mejor han encajado los preceptos de la economía circular. Es bien sabido que cada vez existe una mayor demanda de alimentos y una menor disponibilidad de recursos naturales. Por tanto, intentar cerrar el ciclo de vida de los productos, los servicios, los residuos, el agua y la energía, para romper con los modelos establecidos de la economía lineal, es un asunto de vital importancia. La finalidad última de este modelo productivo es la de lograr explotaciones, que sean lo más autosuficientes posible, reutilizando y produciendo la mayor parte de los insumos necesarios.
De entre los insumos más destacados en agricultura, podemos citar energía, agua, y fertilizantes:
Energía: La agricultura dada su extensión en el territorio, es de las actividades que mejor se pueden adaptar al consumo y producción de energía renovable en todas sus posibilidades: aprovechamiento Solar (térmico, fotovoltaico, termosolar), aprovechamiento eólico (mini eólica), aprovechamiento de la biomasa (residuos agroforestales, cultivos energéticos, algas). El objetivo en este punto es, no solo producir toda la energía que necesite la explotación agrícola, sino producir un excedente que se distribuya por su entorno rural.
Agua: Fundamentalmente como riego, pero también como recurso de la industria agroalimentaria. El agua de riego forma parte del ciclo natural, ya que “solamente” pasa por los campos de cultivos y se incorpora al medio rápidamente, por evapotranspiración, escorrentía y filtración. Siendo la conservación de este recurso un aspecto fundamental en el proceso de implantación de la agricultura circular.
Fertilizantes: Fundamentales para el mantenimiento de la productividad agrícola, la estrategia a seguir será la de conseguir un uso optimo, en función del cultivo y el entorno, utilización de biofertilizantes, fertilizantes orgánicos, bioactivadores, abonos líquidos, fertilizante organomineral, bioestimulantes etc. Como objetivo final se trata de conseguir en la propia explotación la totalidad de las necesidades en fertilizantes, bien a través de las biorrefinerías, bien a través de la producción in situ de nitrógeno atmosférico, bien con la utilización de abonos orgánicos procedentes de las granjas del entorno, o como subproductos de los digestores.
La gobernanza[2] consiste en el ejercicio de autoridad política, económica y administrativa en la gestión de los asuntos de una organización en todos los niveles. La gobernanza es un concepto neutral que comprende complejos mecanismos, procesos e instituciones a través de los cuales los ciudadanos y los grupos articulan sus intereses, ejercen sus derechos y obligaciones legales, y solucionan sus diferencias.
[2] Gobernanza: 1. f. Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.».
La gobernanza de la agricultura, la tierra o los recursos naturales, necesita de leyes, políticas y programas a escala europea (mundial), que mejoren los modelos de gestión agrícola y fomenten la cooperación entre los diferentes actores, maximizando las sinergias y minimizando las contrapartidas.
La Unión Europea avanza en el desarrollo de un proceso de gobernanza transparente y dinámico que contribuya a establecer de forma sólida, eficaz y coherente, los objetivos sociales, climáticos y de energía para 2030, (fundamentales desde un punto de vista agrícola). Desde que en 2.015 los 193 estados de la ONU firmaran la “Agenda 2030” con sus 17 objetivos. Hoy podemos ver que los resultados han sido, por ser benévolo, un poco escasos, bien porque algunos de los objetivos eran muy ambiciosos o bien porque estaban planteados de forma muy difusa.
Uno de los pilares con los que la Unión Europea ha tratado de cumplir con la Agenda 2030, ha sido la “PAC”, esta ha ido sufriendo en los últimos quince años, sucesivos reajustes de presupuesto, siempre a la baja y con profundos cambios en sus objetivos, adaptándose a las condiciones cambiantes del mundo que rodea a la agricultura. Pero a pesar de las muchas críticas desde diferentes países, tanto dentro de la unión como desde fuera y de potentes grupos de presión, esta política por todos es reconocida que ha sido una historia de éxito.
En la última reforma de 2.028 ha vuelto a sufrir cambios importantes. A parte de los habituales retoques en los ya clásicos pilares de la PAC, en la última reforma se creó un nuevo pilar que estaba en relación con la intención de la UE de potenciar una nueva gobernanza de las estructuras agrarias, este pilar se dedicara a invertir en proyectos zonales y en nuevas estructuras agrarias y está enfocado principalmente, no a los agricultores individuales, sino a asociaciones o redes de agricultores (Cuarto Sector) y se hacía hincapié en potenciar uniones en todos los campos, bien de propietarios, bien de empresas de servicios, bien de nuevos regadíos, bien de puesta en común de industrias asociadas.
Es vital definir una nueva gobernanza en agricultura, que pueda llevar a efecto todos los aspectos que hemos ido analizando en los párrafos anteriores. En otras entradas de este blog hemos propuesto algunas ideas, «Un nuevo modelo de gestión en agricultura. Agrupación de parcelas y propietarios» y en “Nueva concentración parcelaria y como obtener un oasis de naturaleza”. Este nuevo concepto de gobernanza en agricultura se puede resumir en nuevas estructuras societarias (cuarto sector), nueva distribución del territorio (concentración parcelaria) y nuevas políticas europeas (recursos, sostenibilidad y economía).