Los políticos trataron de abordar, el problema que suponía la despoblación del medio rural y el tamaño de los municipios. En la comarca de tierra de campos, los pueblos en ningún caso, pasaban en media de los 200 habitantes. Empezaron algunos, proponiendo la desaparición de las Diputaciones, otros con grandes aspavientos las defendían, los menos querían una reorganización administrativa de los pueblos pequeños, muchos lo resolvían presupuestando grandes inversiones en esos municipios, alegando que todos éramos ciudadanos y teníamos derecho a los mismos servicios, los de más allá querían dejarlo todo como estaba.
Por todo esto unos argumentaban, que tenían que respetar la opinión de sus votantes, otros esgrimían, que no podían traicionar sus principios, algunos prometían que eran ellos los que de verdad resolverían el problema, los había que estaban decididos a asumir el compromiso contraído con los ciudadanos, los más, no sabían ni que decir. En esta interesante e inútil discusión estaban, que si eran galgos o podencos[1], que cuando ya estaban a punto de ponerse de acuerdo, fueron a los pueblos y ya no había nadie, los que no habían muerto por ley natural, se habían trasladado a lugares donde pudieran ser atendidos adecuadamente.
[1] Tomás de Iriarte. La fábula se titula Los dos conejos y dice así:
Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es esto?»«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego…;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.
Parece inevitable recordar en este momento lo que aconteció en el periodo de 2.000 a 2.020 que se definió como el periodo de la mediocridad, al menos en lo político, aunque a mí me gusta más, definirla como el periodo de la idiotez, buscando el sentido etimológico de la palabra idiota, como en alguno de sus escritos, el propio Sócrates, se defiende frente a alguna acusación de no ser un buen político, alegando su condición de idiota u hombre privado.
En ese sentido me autodefino como idiota, al menos en la trayectoria de toda mi vida profesional, ya que nunca he estado mezclado con la política, en oposición a los políticos que dicen “buscar aun a costa de su sacrificio personal, el bien común”. La cuestión es que en esta década los políticos se idiotizaron, no sé si se me entiende y así nos fueron las cosas. No hay nada más honesto y verdadero que ser un ciudadano idiota, sin embargo no hay nada más inútil, ruin y falso que ser un político idiota.
Los asentamientos poblacionales surgen y viven alrededor de una cierta actividad económica, cuando esta desaparece, ese núcleo se abandona y muere, esto es así desde el principio de los tiempos, es sencillo y es inevitable. Por mucho que ese asentamiento detente las tradiciones más auténticas, practique las costumbres más nobles, tenga la historia más singular, contenga el arte más sublime, o sus gentes sean las mejores y las más respetables, si le llega ese momento inevitable, ese municipio desaparece.
A los pueblos de nuestra comarca, les está pasando eso. En épocas anteriores vivían principalmente de la actividad agrícola y ganadera, de un amplio conjunto de pequeños oficios y en contadísimas excepciones de una pequeña industria. La ganadería tradicional de pastoreo, ya es inconcebible, la agricultura se ha concentrado para poder disponer de la maquinaria más eficiente, los oficios todos desaparecieron y la industria se deslocaliza hacia donde es necesaria.
Ni que decir tiene que hace 100 años, en cualquier pueblo, había infinidad de pequeñas industrias, artesanos, oficios, o comercios, que hacía que su existencia tuviera pleno sentido y fuera vital para la sociedad en su conjunto. Si bien actualmente ese mundo ha desaparecido, y como muestra un pequeño botón, de todas las actividades que podíamos encontrar en nuestros pueblos.
Abarquero, Aceñero, Acerador, Afilador, Amolador, Adobero, Aguador, Ajorrador, Aladrero, Alambiquero, Albardero, Alfarero, Alfombrero, Algodonero, Alguacil, Alimañero, Aperador, Armero, Arriero, Aserrador, Ballestero, Barbero, Barquillero, Bastero, Batanero, Bolillera, Bordadora, Borrero, Botero, Boticario, Boyero, Bracero, Cabrero, Calafatero, Calcetero, Calderero, Calero, Caminero, Campanero, Cantero, Carabinero, Carbonero, Cardador, Carrero, Casquero, Cedacero, Cerero, Cerillero, Cerrajero, Cestero, Chocolatero, Cigarrero, Cillero, Colchonero, Colmenero, Conservero, Comadrona, Conejero, Confitero, Cordelero, Costurera, Cubero, Cucharero, Encalador, Enterrador, Escribano, Esenciero, Espadero, Especiero, Espartero, Especulador, Esquilador, Estanquero, Esterero, Farolero, Ferrocarrilero, Guarda, Guarnicionero, Guardagujas, Hachero, Herbolario, Herrador, Herrero, Hilandera, Hojalatero, Hornero, Jabonero, Joyero, Labrador, Lavandera, Lechero, Limpiabotas, Linacero, Lucero, Mampostero, Marchante, Marquetero, Matarife, Mercader, Mielero, Molinero, Monedero, Monterero, Morillero, Mozo de mulas, Nodriza, Ollero, Orfebre, Organillero, Ovejero, Partera, Pasamanero, Pedrero, Peguero, Pelador, Pelaire, Pelusero, Perfumero, Picapedrero, Piconero, Piloto, Pinero, Piquero, Pipera, Plañidera, Platero, Pregonero, Quintero, Recadero, Resinero, Ropavejero, Sacristán, Sedero, Sereno, Seronero, Setero, Sillero, Soguero, Sombrerero, Tablajero, Talabartero, Telegrafista, Tejedor, Tejero, Tendero, Tinajero, Tintorero, Tornero, Tornera, Torrero, Traficante, Trapero, Tundidor, Vaquero, Velero. Y seguro que se me olvida alguno. ¿Cuántos de estos oficios quedan en alguno de nuestros pueblos? Para que a nadie le carcoma la duda, lo responderé. NINGUNO.
Las razones por las que nuestros pueblos pequeños se mueren irremediablemente, son muy concretas y muy claras (número de habitantes y edad media). Muchos de ellos son históricamente pequeños, actualmente en un mundo global, deslocalizado, digital y con comunicaciones muy accesibles, se ha acelerado el despoblamiento de estos municipios. Esta razón ha llevado a que solo se han quedado en ellos personas muy mayores, tendencia que sufre igualmente toda Europa.
Según el Informe Pulso Demográfico Allianz, hecho público en enero de 2.011, España vivirá un invierno demográfico y como resultado un «tsunami» de jubilaciones, en el periodo 2.030-2.040, coincidiendo con la jubilación de la generación del «baby boom» (nacidos entre 1.958 y 1.977), esto lleva a que muchísimos españoles esten abocados a un futuro, en el que serán ancianos sin hijos, ni nietos, (incluso sin sobrinos), y esto será especialmente acusado en los pueblos. Un país necesita mantener una tasa de natalidad de 2,1 hijos por mujer para reemplazar su población actual. Sin embargo, en Europa la tasa de natalidad media es de 1,3 y en España algo inferior.
Las zonas rurales de la mayoría de provincias, sobre todo las de la mitad norte, tienen un ingente número de municipios. Hay enormes extensiones en las que se encuentran esparcidos cientos y cientos de estos pequeños pueblecitos, envejecidos, despoblados, sin alegría, sin vida, sin servicios, totalmente ineficientes e inviables. Es absolutamente necesaria la fusión en ese ámbito. Hay pueblos que hacen las veces de cabecera para muchos otros, por su tamaño o situación estratégica. Juntos podrían formar un único municipio que aglutinase recursos y servicios.
El modelo de la anterior administración territorial[2], debemos fijarla a finales del siglo XVIII y principios del XIX, épocas revolucionarias donde, la Administración en general sufre una importante reforma. Los principios que se habían ido gestando, durante todo el siglo XVIII de división de poderes, soberanía de la Nación, derechos fundamentales, el desgaste de recursos humanos y materiales que supuso la Guerra de Independencia y por último, la promulgación de la Constitución de Cádiz. Estos eventos marcan todos los ámbitos sociales y es en esa época, cuando se fija el origen de la idea provincial moderna. En el primer tercio del siglo XIX fueron muchos y variados los intentos de dotar de una nueva estructura administrativa a España. Pero no fue hasta el gobierno formado en octubre de 1.832, cuando se tuvo la intención de continuar en el proyecto de división provincial y abandonar definitivamente la estructura de intendencias.
[2] Organización Territorial Española. Francia marco sus reglas en el territorio español en el transcurso de la guerra de la Independencia Española (1.808-1.813). La extensión de su modelo de departamentos, era una práctica habitual en todos aquellos territorios bajo la administración Napoleónica. Se quería transmitir la imagen de un nuevo Estado, racional y armónico, sin condicionantes históricos. Establecía que la representación española -colonias aparte- en Cortes era de 40 diputados: uno por Baleares, otro por canarias y 38 diputados para la península. Además, establece que los diputados se elijan con un umbral de unos 300.000 habitantes. Por lo tanto, la división más lógica sería la que dividiera España en 40 departamentos con similar cifra de población.
Esta reforma llevada a cabo por Javier de Burgos en 1.833, sustituye los antiguos reinos y principados hispánicos, por un modelo provincial. Se inspira en el plan de división territorial de Larramendi, quien junto a Bauzá, son los verdaderos precursores, de la división administrativa contemporánea de España, aunque fuera De Burgos quien se llevara la fama. Este lleva a cabo una nueva División Territorial de España (49 provincias) a partir de un criterio racional, con un tamaño relativamente homogéneo y eliminando la mayor parte de los exclaves y enclaves propios del Antiguo Régimen. Con algunos retoques posteriores, será la que se mantenga hasta hoy con un carácter general, pues no se limitaba al orden administrativo, sino que se agregarán a ellas las demarcaciones militares, judiciales, de hacienda y posteriormente las eclesiales.
Antes de la gran reforma de la administración territorial del 2.029, el número de municipios que había en España era excesivo y los costes que eso generaba era monstruosamente grande. Cada uno de esos municipios pretendía tener, con todo su derecho, su ayuntamiento, con su alcalde y concejales, edificios públicos, empresas públicas, su piscina municipal, su polideportivo, su centro cívico, su policía local, su polígono industrial, en definitiva su TODO particular, la suma del total es un auténtico disparate que no nos podemos permitir. La administración pública debe optimizar sus recursos, y destinar el dinero que confiscatoriamente nos sustraen a los contribuyentes a los asuntos realmente necesarios, y no despilfarrarlo en una desmesurada división municipal medieval que es totalmente innecesaria e ineficiente hoy en día.
La existencia o no de las diputaciones, es una cuestión de oportunidad, es cierto que el medio rural necesita que una administración se ocupe de él. Sin embargo, con los profundos cambios que están surgiendo en la sociedad, algunas de las competencias de las autonomías están dejando de tener sentido. Cuando hablamos de una educación virtual, protagonizada por las nuevas tecnologías, cuando se está legislando en esta materia a nivel Europeo y los contenidos se establecen en currículo escolar de ámbito mundial, ¿tiene sentido que esta competencia, esté en manos de las autonomías? A la sanidad y las pensiones, les esta ocurriendo otro tanto. No será entonces, la promoción del medio rural, una de las competencias estrellas de esas autonomías, ¿qué sentido tienen entonces las diputaciones?
Palencia fue una de las provincias que más sufrió el lógico éxodo rural, vivido a mediados del siglo pasado. Sus habitantes vivían repartidos en 191 municipios. De ellos, solo 23 tenían más de 1.000 vecinos, y más de 60 tenían incluso menos de 100. Sin embargo es una provincia muy proclive a un concepto de fusiones municipales. La provincia tiene una disposición de norte a sur perfectamente definida en comarcas muy diferenciadas entre ellas y sus principales poblaciones y cabeceras comarcales se encuentran en una disposición y distancias muy bien repartidas, esto hizo que se tomara un especial interés en considerarla como modelo dentro de la comunidad autónoma.
En un primer intento de reorganizar los municipios en Castilla y León, se definieron las llamadas UBOST, que diabólico nombre, fruto de esa maldita costumbre de crear acrónimos de todo y con ello querer ser políticamente correcto, para no llamar a las cosas por su nombre. Se utilizaron criterios técnicos del estilo de: municipios iguales o menores de 20.000 habitantes (UBOST urbana), que la población total de la UBOST tenga como mínimo 5.000 habitantes, y como máximo 30.000, que tenga una densidad menor de 15 habitantes por kilómetro cuadrado y cosas por el estilo.
El espíritu inicial de esta iniciativa, fue agrupar servicios, para poder ofrecer a sus ciudadanos un mayor bienestar, pero todo el mundo intuyo que podrían ser el germen de una futura concentración municipal. Las fusiones hay que realizarlas principalmente bajo criterios comarcales, puesto que las comarcas ya suelen presentar unas fronteras geográficas tradicionales que te marcan el terreno. Hablar de fríos parámetros técnicos o de cifras es un gran error, sueles pisar bastantes callos y eso en general es bastante doloroso.
La normativa, es sin ninguna duda necesaria y sin ella, sería muy difícil avanzar y evolucionar adecuadamente, pero esa normativa no puede ser el origen y el final de una transformación, debe ser a lo sumo la herramienta que facilite esa transformación. Así ocurrió en el delicado problema de la fusión municipal. Hasta que la iniciativa privada y las gentes de cada lugar no impulsaron esa fusión, nada ocurrió.
El ejemplo que yo viví en mi zona, es más que representativo. Unos años antes de la reforma del territorio del año 2.029, surgió una iniciativa privada apoyada por la administración local y regional, con el objetivo de crear una comunidad residencial de ancianos, modular y con una gran capacidad de ampliación en Frómista.
Se daba la curiosa paradoja, que en los pueblos del entorno, además de ser municipios con poblaciones muy reducidas, estaban muy envejecidas (el 80 % de sus habitantes tenían más de 65 años), y al no haber plazas suficientes en Frómista, buscaron residencias en la capital o en municipios muy alejados de nuestra zona, lo cual tenía muy poco sentido. Se estaba perdiendo población, en los pueblos muy pequeños y no conseguíamos fijar población o aumentarla en los municipios cabecera. La filosofía de la iniciativa fue, la de apoyar con los máximos recursos públicos, a las personas que voluntariamente decidieran trasladarse, de un municipio pequeño, sin apenas servicios y sin vida, a su pueblo de cabecera.
El gasto medio por habitante, de los ayuntamientos de la zona, estaba en el entorno de los 1.200 €/habitante/año, a este presupuesto, había que añadir el que la diputación dedicaba a los pueblos más pequeños, que estaba en el entorno de los 1.000 €/habitante/año, a estas cantidades se añadió una serie de ayudas que la comunidad autónoma y el estado central, tenían para potenciar el medio rural y detener el despoblamiento. Todas estas ayudas se sumaron, con el objetivo de estimular a las personas, que viviendo en la zona de influencia, se trasladaran al pueblo cabecera. En el caso de Frómista al centro residencial que se había construido, o bien a cualquier otra vivienda del pueblo, todo ello sin utilizar nuevos recursos de la administración, sino tan solo, reconfigurando los ya existentes.
El proyecto se planteó con unos objetivos ambiciosos, pero siguiendo las líneas que se estaban consolidando, en la arquitectura del momento. Se promovió la construcción de un moderno centro, dotado de servicios comunes, pero con apartamentos individualizados. Con un doble sentido, por un lado se pretendía ofrecer una vivienda moderna, con altas prestaciones y muy económica, basándonos para ello, en técnicas de prefabricado modular estandarizado, sostenibilidad y domótica y por otro, explorando nuevos conceptos de autogeneración energética y reciclado de un alto porcentaje de residuos.
El suelo lo aporto el ayuntamiento, pero no como una cesión de la propiedad del mismo a los promotores, sino mediante un protocolo de uso por tiempo indefinido, pagando cada uno de los residentes, y solo ellos un valor razonable de alquiler anual. La idea de este método fue simple, intentar evitar especulación con propiedades públicas, la propiedad seguía siendo pública y el usuario pagaba una cantidad razonable por su uso, con la posibilidad de que esta fuera cero, si sus condiciones económicas así lo exigían.
La estructura se basó en un módulo estandarizado, con forma de cubo, con las dimensiones óptimas (3 m x 3 m x 3 m), estaba calculada y diseñada para que fuese fácilmente ampliable, bien agregándole nuevas unidades o apilando estas, hasta una cierta altura. Las prestaciones habitacionales que se proponen, se establecen en función de la especialidad a la que se dedique el modulo y hace referencia al control de todos los posibles circuitos que se puedan instalar, entre ellos destacamos: Control del circuito de iluminación, ambiental, de incendios, de seguridad, de sonido, respiratorio, nutricional, salobre, de limpieza, red eléctrica, red de agua, red de control, etc.
Diseñando un grupo reducido de módulos, tanto en vivienda, como en otras utilidades, tenemos que con un mínimo gasto en diseño y fabricación obtenemos una enorme variedad de modelos adaptados a cualquier necesidad. El elemento propuesto, es un sistema constructivo modular, parametrizado y estandarizado, tanto en dimensiones, como en acoples, como en recubrimientos, como en preinstalación de suministros y equipamientos, y que pueda ser adoptado internacionalmente. Fácilmente adaptable a nuevas necesidades, planteadas en cada momento y para cada aplicación. De sus especificaciones, durabilidad, adaptabilidad, estandarización, mínimo número de piezas, conectividad, preinstalación de suministros y equipamientos, podemos obtener un sistema altamente sostenible con unos costes de fabricación mínimos y sin competencia.
Con estos conceptos constructivos, se consiguió sacar adelante un complejo con altas prestaciones y una inversión muy reducida, todo ello repercutió en la consecución del objetivo planteado, que no era otro, que estimular a los vecinos de los pueblos limítrofes a que se trasladaran a vivir al pueblo de cabecera, el complejo se inauguró en 2.027 con una disponibilidad de 96 plazas, en apenas dos años y medio se cubrieron todas las expectativas y fue necesario planificar una ampliación de urgencia, para atender a las nuevas peticiones.
Desde el 2.030, y durante los siguientes cinco años, se había invertido la tendencia dominante, que llevaba más de un siglo, de desplazamiento del medio rural al urbano. El precio de la vivienda en las grandes ciudades, y sobre todo las prestaciones inimaginables que ofrecía la informática, estaba consiguiendo que la gente volviera a los pueblos.
Si nos referimos a Castilla y León, no a todos los pueblos, se había producido una inevitable selección natural y tres de cada cinco pueblos habían desaparecido, por el contrario el resto habían multiplicado por dos o por tres su población, la edad, la falta de servicios, la aparición de grandes empresas agrícolas, habían acelerado esta tendencia. Es inevitable aceptar que los núcleos poblacionales, se adapten a las necesidades de cada momento, cuando en el campo se trabajaba con mulas, antes de la aparición de la mecanización, no era razonable que una pareja de mulas se desplazara más de dos o tres kilómetros, para realizar un trabajo, sin embargo ahora hay empresas que cultivan 23.000 Ha, desde un único centro de trabajo, superficie que abarca más de doce de los antiguos pueblos.
Las razones de este cambio de tendencia regresando a los pueblos, además de las ya expuestas, estaban las tecnológicas, los nuevos avances habían conseguido anular las distancias y la presencia física, más del 70% del trabajo era virtual, más del 85% del comercio era virtual, y prácticamente el 80% de las comunicaciones y de las interacciones eran a través de realidad virtual, entonces ¿Por qué vivir en una ciudad?, atestada, con alta polución, económicamente insostenible, era una pregunta, que todo aquel que tenía posibilidad se la hacía…