En 2.015 teníamos 8,5 millones de personas jubiladas, con una esperanza de vida de 82 años y en el 2.035 tenemos 12 millones, con una esperanza de vida cercana a los 90 años, esta situación a todas luces es insostenible. Los mayores de 70 años han pasado de representar tan solo un 2,3% en 1.900 a más del 24% 135 años después. Al contrario los menores de 25 años representaban en 1.900 el 52% y en el mismo periodo el 22%. Sin embargo las personas en edad laboral se han mantenido dentro de un margen constante (45% al 55%). Y lo peor está por llegar, cuando el llamado baby-boon se jubile.
La mayor parte de los sistemas de pensiones se instauraron entre finales del S. XIX y la primera mitad del S. XX, con formas de cálculo coherentes con un tiempo, en que las pirámides de población presentaban verdadera forma de pirámide y el número de trabajadores, que cotizaba para pagar las pensiones de los jubilados, era más que suficiente. A partir de ese momento en diferentes países y en diferentes momentos se han ido probando varios modelos[1] de prestaciones.
[1] Modelos de pensiones: De prestación definida, en el que la pensión de jubilación depende del salario en el momento de la jubilación y de los años de empleo del individuo a lo largo de su vida laboral. De contribución definida, la pensión es función del valor acumulado de las cotizaciones realizadas y de la esperanza de vida en el momento de la jubilación.
Por lo que se refiere a la forma de financiación, hay dos alternativas, sistemas de reparto, las pensiones de jubilación de cada generación se financian mediante las cotizaciones realizadas por las generaciones posteriores que se encuentran en el periodo de vida laboral. De capitalización, cada generación financia sus pensiones mediante su propio ahorro.
Sin embargo, los radicales cambios sufridos en las condiciones socioeconómicas, principalmente asociadas al enorme incremento de la esperanza de vida, ha obligado a adaptar el sistema de pensiones y tomar medidas para evitar, en lo posible, poner en riesgo el pacto intergeneracional. Por ello, la mayoría de países con un sistema de prestación definida lo han reformado hacia lo que se denominan sistemas de contribución definida.
En paralelo ha ido ganando terreno una reforma silenciosa del sistema. La que se hace año a año, recortando de un sitio y poniendo un poco en otro. La jugada básicamente consiste, en subir las bases máximas de cotización, por encima de lo que sube la pensión más alta (incluso hay quien ya pide abiertamente eliminar los topes de cotización, sin tocar por ello las pensiones más elevadas). Al mismo tiempo, se van incrementando las prestaciones más bajas. Lo que se consigue es pasar de un sistema contributivo (tanto aportas, tantos derechos generas) a uno asistencial (más o menos todos cobrarán lo mismo). Es una tendencia que parece imparable, entre otras cosas porque tiene muy pocos costes políticos a corto plazo.
En los países occidentales, se mostró insostenible el concepto de pensión (ingresar un dinero a cada jubilado a partir de una determinada edad) y empezó a surgir un nuevo estado del bienestar, que no consistía en darles una “paga” cada vez más exigua, o aparcarles en residencias terminales, sino que surgió un verdadero concepto del bienestar, en el que se buscaba, que al jubilado no le faltara de nada (simple). Se pasó de ofrecer una pensión monetaria y olvidarme, a ofrecer un nuevo modelo de vida, podríamos decir que una pensión en servicios (en satisfacción, en realización personal). No fue un concepto que surgiera de la noche a la mañana, ni tampoco se implanto sin agrias polémicas y protestas en la sociedad, al final se impuso por la fuerza de los hechos.
Los primeros cambios empezaron a detectarse entre el propio colectivo de jubilados y con un marcado carácter solidario. En esencia, lo que se entendía como sociedad del bienestar, es que este colectivo que durante toda su vida había contribuido, al mantenimiento del sistema con sus impuestos y trabajo, al final de su vida, recibiera todo lo necesario para vivir, ese era un concepto irrenunciable para ese colectivo y para toda la sociedad en su conjunto. El modelo de impuestos y prestaciones sociales, se transformó radicalmente, como consecuencia de los cambios tecnológicos, de la esperanza de vida, de la escasez de “trabajo al modo clásico” y de una población creciente en el mundo. Todo había cambiado o estaba en proceso de cambio, las pensiones y los jubilados fueron de los primeros conceptos en derrumbarse.
Os contare las peripecias de mis colegas jubilados. Tanto Pafije, Molite como yo, éramos “jubilados de esa manera”, me jubile en el 2.025 y ya han pasado 10 años de eso, aunque legalmente existía la figura de jubilado, en la práctica era un concepto difuso, ya que muchos de nosotros desempeñábamos una labor y la mayor parte no cobrábamos una pensión fija. La edad de jubilación se flexibilizo, retrasándose en algunos colectivos hasta los 70, mientras que en ciertos trabajos, era necesario jubilarse mucho antes o en otros te podías jubilar a cualquier edad.
Molite era el más joven, solo tenía 77 años, vamos un niño, además se conservaba en perfecto estado de revista, no hacia un exceso en la comida, paseaba todos los días más de una hora, no bebía destilados, era un asceta y bromeábamos con él, que si seguía cuidándose tanto, pasaría de los 150 años, visto así estaba en la mitad de su vida. Durante su periplo laboral fue profesor de instituto, empezando en 1.982, ni que decir tiene, que el mundo de la enseñanza le apasionaba, sin embargo en sus últimos años de profesor se sentía agotado, se jubiló en el 2.026, anticipando al máximo legal su jubilación por pura desesperación y depresión.
Cuando el nuevo sistema educativo empezó a ponerse en marcha, se interesó mucho en él y se preparó concienzudamente, en las prestaciones técnicas del sistema informático y de las nuevas labores que desempeñaría el tutor, hasta que tuvo la oportunidad, hace seis años, de presentarse como tutor en Frómista. Su perfil era ideal, acumulaba más de 40 años de experiencia en educación de jóvenes, tenía un carácter afable, comprensivo y estaba abierto, a los nuevos sistemas de enseñanza, quizá esto era lo más interesante, ya que había sufrido el modelo antiguo en carnes propias.
Molite cubría un turno de mañana, en días alternos, en uno de los cuatro retac que había en Frómista, incluso acudía uno de cada cuatro fines de semana, para que siempre hubiese abierta al menos un aula durante los 365 días al año. No cobraba nada por ese trabajo, para el lógicamente no era un trabajo, era lo más satisfactorio que le ocurría todos los días. En el mismo caso que Molite había otros 12 jubilados, que se habían apuntado a tutores, no todos eran viejos profesores, había también profesionales de diferentes ramas, esto les permitía tener una cierta libertad de horarios, ya que entre ellos se turnaban y organizaban muy bien su responsabilidad.
El ayuntamiento había rehabilitado un antiguo colegio, con la ayuda del fondo inmobiliario, creado por el estado para jubilados. Tenía una superficie construida de 5.000 m2, y de 30.000 m2 de patios y jardines, y lo habían reconvertido en un moderno sitan (edificio de multivivienda), que ofrecía de forma gratuita una vivienda, a todos los jubilados que quisieran venirse al pueblo, ese fue el caso de mis dos amigos. El edificio estaba perfectamente equipado, cada apartamento era para una o dos personas, tenía una mínima cocina integrada al estilo antiguo, un pequeño cuarto de baño y un amplio dormitorio-salón con su terminal informático.
Los arquitectos habían hecho un magnífico trabajo de rehabilitación, tratando de huir de esa sensación que dan, los pasillos de residencia o de hotel barato, al que dan todas las habitaciones, sino que habían tratado de dar el enfoque de los nuevos edificios de apartamentos, con espacios comunes amplios y muy luminosos, al que daban las habitaciones, había incluso dúplex y áticos abuhardillados.
En la parte común tenía una cocina con un modelo avanzado de fadin, que preparaba cualquier tipo de comida a la demanda y en cualquier horario, tan solo tenías que programar lo que deseabas comer y a qué hora. Algunos de los inquilinos se quejaban, ya que el fadin tenía tu perfil médico y claro había platos que querías que no te permitía, o te lo ponía con poca sal, te quitaba el borde de grasa de los filetas, en fin que os voy a contar, si tenéis mi edad ya sabéis de que os hablo.
Tenía su pequeña enfermería, no os vayáis a pensar que había una enfermera de veintitantos, de las que quitan el hipo, no, no, había un robot medicalizado, bastante borde, pero eso sí, inmaculado, a lo que más se parecía, era a R2-D2 nuestro droide astro mecánico preferido, era un poco más grande y bastante más torpe, pero llevaba un buen control médico de todos los residentes.
Estaba en comunicación wifi constante con tu asistente personal (dindo), controlaba el menú en comunicación interna con el fadin, programaba análisis médicos, visitaba mañana y tarde a todos aquellos que estaban en cama, acudía inmediatamente a cualquier llamada y cuando era estrictamente necesario, concertaba una entrevista con el médico, ah y te saludaba alegremente cada vez que te cruzabas con él por el pasillo, era un poco monótono, siempre sobre el mismo tema, ¿qué tal tu reuma, Juan?, ¿María, sigues teniendo jaquecas?, en fin un pesado.
Llevaba un control estricto de la medicación que cada uno necesitaba, estos medicamentos, en su mayor parte se fabricaban en el Centro médico de Frómista, especialmente los genéricos, o aquellos con los que la Seguridad Social tenía acuerdos con las farmacéuticas, y también las famosas fórmulas magistrales, que tanto se estaban extendiendo, como consecuencia de la práctica de una medicina individualiza, cada binomio enfermo-enfermedad es distinto y por lo tanto necesita una dosis diferente, una duración del tratamiento distinta, incluso una matización en la formulación del medicamento, de ahí el gran incremento en las fórmulas magistrales, con ello estábamos consiguiendo hacer un tratamiento a la carta de cada paciente.
El equipo que los fabricaba era, para que nos hagamos una idea, una especie de micro-fabrica totalmente automatizada, que se dedicaba a “cocinar” los medicamentos, partiendo de los principios activos, que el equipo tenía almacenados, en general y dependiendo del perfil de los enfermos de la zona, solían tener entre 150 y 200 principios activos disponibles.
El coste que representaban los medicamentos en España, que antes era uno de los mayores de Europa, llegando a superar la cifra de los 400 € por habitante (gasto del estado más el copago por parte del ciudadano), se había reducido hasta en un 70%, gracias tanto a la fabricación propia de los medicamentos, como a la optimización de las dosis. Era impensable que se tirara una sola pastilla porque había caducado o se había olvidado en un cajón.
Dos de los residentes eran médicos y habían tenido un buen prestigio en su vida laboral, seguían preparándose científicamente y estaban al día de la medicina moderna, no tenían una responsabilidad directa sobre la salud de sus compañeros, pero se pasaban diariamente por la enfermería y charlaban con nuestro “R2-D2”. Recibían a cualquiera que quería pasar por la enfermería, esto suponía que el sistema de salud se descargara enormemente, pero sobre todo, lo importante era el contacto personal, al final tu medico era un amigo con el que te cruzabas en el patio o en el pasillo.
La medicación era muy precisa y tenía un triple control, por un lado el individual, tu propio dindo, sabia en que momento y que dosis tenías que tomarte y te avisa adecuadamente, por otro lado el droide medicalizado se encargaba de gestionar la petición y fabricación de dichas dosis y por último, el sistema experto del centro médico de tu municipio que llevaba tu expediente médico. Este triple control supuso una atención muchísimo más precisa y eficiente para los pacientes, a la vez que mucho más económica para el estado, como consecuencia de la vigilancia instantánea que representaba tu dindo, de la atención primaria que ofrecía el droide y los médicos jubilados. Psicológicamente las personas mayores, ya no necesitaban ir al centro médico a que les recetasen muchos medicamentos o tomarse muchas pastillas, para sentirse curados, ahora necesitaban más hablar y conocer.
El sistema de limpieza general del edificio y el acondicionamiento de cada habitación, también estaban robotizados, estos equipos se desarrollaron principalmente por la industria hotelera, no en vano la limpieza en un hotel, era uno de sus mayores costes y el trabajo era relativamente sencillo y muy fácil de mecanizar. El equipo de limpieza estaba compuesto por dos robot, entre ambos hacían una cama en pocos segundos, y mientras uno de ellos estaba especializado en limpieza de baños, el otro se encargaba de recoger, barrer, pasar el polvo y fregar la habitación. Durante la noche estos equipos limpiaban las zonas comunes y realizaban la colada de toda la ropa sucia del edificio. Se había conseguido optimizar su tamaño y prestaciones, de tal forma que podías adquirir un modelo para cada necesidad, desde modelos básicos, que servían para un pequeño edificio de 5 apartamentos, como otros más complejos que limpiaban un hotel de 3.000 habitaciones.
El sistema informático del edificio estaba conectado, a la gran base de contenidos que tenía el estado, para uso exclusivo de los jubilados, se puede decir que tenían prácticamente todo el conocimiento humano, había 6,3 millones de libros (video-libros, audio-libros, revistas, prensa, etc.), 3,2 millones de videos y películas, se podía realizar un recorrido virtual, por más de 800.000 monumentos de todo el mundo, estaba conectado a los mejores museos virtuales del planeta, estos tenían digitalizados todos sus fondos en alta resolución y a cada una de sus piezas, se las asociaba en ficheros con la historia, comentarios y anécdotas más importantes, las esculturas se veían en 3D con una calidad bastante razonable. Podías acudir en virtual, a cualquier evento mundial, a través de unas cabinas especiales de realidad aumentada, la sensación era prácticamente la misma que si estabas sentado en el Bernabéu en un partido de final de copa, o en el teatro de la opera de Viena.
Yo en casa no tenía una cabina de ese tipo, todavía eran bastante caras, pero una vez a la semana, mis amigos me invitaban y nos reuníamos los tres a cenar, elegíamos siempre un restaurante internacional diferente, te vestías para la ocasión y te servía un camarero de verdad (ese pequeño lujo, lo abonabas por tu cuenta). La última vez habíamos preparado una cena gourmet en uno de los Bateaux que navegaban por el Sena, la sensación era la misma, hasta la temperatura, el grado de humedad y los olores, todo estaba perfectamente simulado. !!Todo no¡¡, el suelo no se movía, fue lo primero que comentamos los tres, Pafije rápidamente nos propuso que podríamos diseñar un sistema de cabina apoyada en cuatro muelles controlados con un sistema hidráulico…, tanto Molite como yo levantamos rápidamente la mano, pidiendo una tregua y ahí quedo la cosa.
La cabina era un recinto en la que todas sus paredes y techo eran pantallas HD holográficas y con el software de realidad aumentada, la sensación era tan real, que al segundo vinito estabas convencido que cenabas en Paris, ayudaba mucho que de fondo escucharas risas y conversaciones en voz muy baja en francés, son muy educados, no como en muchos de nuestros bares que es imposible escuchar una conversación del griterío de fondo.
Elegimos un menú genuinamente Parisino, pero a la vez que los sabores nos resultaran próximos, de aperitivo un Foie gras, de primero un Ratatouille, que como tenia de base una fritura de verduras en un buen aceite de oliva, nos pareció adecuado para ir entrando en boca, seguimos con un Coq au vin, pedimos expresamente que fuese de oca y que entre las hortalizas de acompañamiento nos añadieran unas setas, la culpa de lo último fue mía, ya que para mí las setas son una pasión, de postre un Quiche lorraine, actualmente este plato es famoso alrededor de todo el mundo. Es básicamente una tarta salada con base de brisa o pasta quebrada y rellena de una mezcla hecha con nata y huevos. Yo postre no como casi nunca, esto me permitió abusar al principio del foie gras.
Para que la sobremesa fuese acorde, Molite había conseguido en un Bar del pueblo media botella de Bénédictine, que según cuentan, es uno de los licores más antiguos y genuinos de Francia, cuya receta desarrollo Bernardo Vincelli, un Benedictino de 1.510, y con esa botellita nos pasamos casi dos horas de tertulia.
El ayuntamiento corría con todos los gastos del edificio, que no eran muchos, disponía de 40 apartamentos para unas 60-70 personas. El personal de control, mantenimiento y atención de residentes era mínimo. Energéticamente estaba perfectamente adaptado y era autosuficiente, con un sistema de placas fotovoltaicas en el tejado del edificio y unos parasoles fotovoltaicos en todas las ventanas de la fachada sur, apoyado con una pila de combustible de H2 que se obtenía por electrolisis descomponiendo agua.
La comida en un porcentaje muy alto la producían internamente, con un corral de animales muy surtido, un huerto y un magnifico invernadero. Pafije se encargaba de todo ello, bueno realmente se encargaba del robot hortelano. Ya sabéis lo que nos gusta a los jubilados Españoles, apostarnos en una obra y mirar cómo se va desarrollando el trabajo, pues el robot hortelano de Pafije tenía publico constantemente y fans más entregados que los Beatles en su buena época. Como muchos eran hombres de campo, no hacían más que sugerirle, al sufrido robot, como había que hacer las cosas.
Ese huerto cubría, una parte importante de las necesidades alimenticias del colegio, y esta no era su misión más importante, ya que muchos de los residentes le dedicaban un montón de horas, bien ayudando al robot, bien mirando, o teniendo su pequeña parcelita en la que cultivaban lo que les apetecía.
Muchos de los objetos cotidianos y de uso, ya no era necesario comprarlos, al estilo clásico, sino que cada uno de nosotros los podíamos fabricar utilizando las nuevas posibilidades de escanear e impresión en 3D. Como todos sabemos existe un mercado en el que yo adquiero los diseños 3D para poder imprimir, pero también es verdad que la Seguridad Social, tiene un inmenso repositorio con diseños de todos los objetos de uso, incluido la vestimenta, que los jubilados pueden utilizar gratuitamente. Entonces Ud. podrá escanear su pie en 3D e imprimir un par de zapatos perfectos en su casa.
La vida en el pueblo, era muy placentera, la inmensa oferta cultural virtual que ofrecía la seguridad social era impresionante, nuestra generación tuvo la suerte de vivir una juventud, en la que la lectura era una ocupación destacada y muy placentera, lo mismo que el teatro o el cine, esto nos ha permitido recuperar esas buenas costumbres y dedicarle un buen montón de horas. También era muy fácil, buscarse una ocupación altruista, colaborando o asesorando a alguna empresa del pueblo, de tutor o simplemente paseando o moverse en bici por el entorno, claro si no era invierno.
A pesar de estas virguerías tecnológicas, que lo cierto es que eran muy usadas, a muchos jubilados, les gustaba de vez en cuando hacer un viajecito, por eso el viejo sistema de viajes del INSERSO, no se había desmantelado, sino que se había potenciado y siempre tenías la opción de hacerte un par de escapaditas al sur en invierno.
Ninguno de los tres recibíamos pensión, tampoco la necesitábamos, teníamos cubiertas todas nuestras necesidades, incluso teníamos la costumbre de tomar unos vinitos al medio día, uno o dos, sin abusar, a la hora de pagar el camarero nos pasaba su lector de cobro cerca del dindo y se nos cargaba en nuestra cuenta, al propietario del Bar le llegaba el ingreso al banco procedente del estado, lo mismo ocurría con cualquier otro gasto que necesitaras. Por supuesto no podías abusar, el sistema llevaba un control de gastos individualizado, era un sistema muy flexible, pero siempre existía el listillo que trataba de abusar del sistema, y en general no lo conseguía.
Mucha gente se quejaba, ya que eso significaba, que el estado tenía un control total de tu vida, a través de tus gastos, al final son ganas de protestar, siempre había sido así, antes quien tenía ese control era el banco. Si queréis mi opinión, yo prefiero que sea la IA de la seguridad social la que me controle, a no el banco o uno de sus empleados listillo.
Lo que se buscaba con este nuevo sistema de “pensiones”, era ofrecer, no “una tercera edad”, sino una “tercera vida”, mucha gente podía estar harta de su trabajo anterior, o simplemente estar en condiciones físicas de no poder realizarlo, pero todo el mundo tenía un sueño que siempre deseo realizar. Hoy en esta nueva fase de la vida, a la que me resisto llamar “jubilación”, pero no encuentro otra palabra adecuada, podemos iniciar ese sueño. Con una esperanza de vida por encima de los 90 años y una jubilación a los 68-70, teníamos por delante casi 26 años, además con un estado físico y mental muy razonable, gracias a los importantes avances en medicina preventiva y en la actual farmacología de diseño.
No concibo que haya alguien, que desee pasar esos 26 años simplemente vegetando y eso es lo que estaba ocurriendo. Todo el mundo buscaba una nueva ocupación, o seguía con la que tenía, había empleados de banca o abogados, que encontraron en la educación y la tutoría, esa actividad que por mil circunstancias en la vida, no pudieron desarrollar. Podías encontrar trabajadores de una cadena de producción, que pilotaban virtualmente desde sus casas complejas máquinas. Veías viejos profesores de historia, que con la ayuda de sistemas expertos, diseñaban aplicaciones informáticas en el sector de la distribución, o podías ver antiguos agricultores que trabajaban remotamente controlando grandes impresoras 3D.
Todo este nuevo ecosistema de personas mayores, que tenían resuelto su modus vivendi básico a cargo del estado, se estaban dedicando de forma altruista, a desarrollar una actividad en favor de los demás, colaborando tanto con el sector público como con el privado, esto llevaba consigo un importantísimo ahorro en los presupuestos del estado, además de ofrecer nuevas prestaciones al resto de la sociedad, sin olvidar la inmensa satisfacción personal que ello implicaba.
El gran dilema al que se enfrentaron todas las sociedades occidentales, a finales de la segunda década de este Siglo, fue que para poder soportar con los viejos principios, cotizaciones sociales (impuestos al trabajo), la carga creciente que significaban las futuras clases pasivas (jubilados), en una sociedad cada vez con menos carga laboral. Solo se podía conseguir o bien, con una reducción drástica de las prestaciones sociales, o con un aumento desmesurado de las cotizaciones sociales, lo cual repercutía en una disminución progresiva de competitividad en las empresas y como consecuencia una pérdida de puestos de trabajo. Este círculo vicioso, algunos propusieron romperlo, aumentando impuestos directos como el IRPF, indirectos como el IVA o creando nuevos impuestos. Todos los caminos llevaban al mismo fenómeno perverso de pérdida de competitividad y pérdida de puestos de trabajo, en un mercado marcadamente globalizado.
Al final la solución fue perfilándose, desde el propio colectivo de jubilados y de sus prácticas de inter-solidaridad, apoyados en el modelo de vivienda múltiple (sitan) del que ya hemos hablado. Esto llevo a cuestionar el modelo monetarista de Seguridad Social, del que todos los expertos auguraban un inevitable derrumbe y pasarse a un modelo basado en, servicios, satisfacción de necesidades y colaboración hacia y entre el propio colectivo de jubilados. Con el tiempo la Seguridad Social dejo de financiarse progresivamente de las cotizaciones al trabajo, suprimiendo también progresivamente las pensiones, por el principio de cubrir todas las necesidades del jubilado.
La primera necesidad que se planteó cubrir con el nuevo modelo, fue la de ofrecer una vivienda digna a cada jubilado que lo demandara, para ello el estado creo un fondo patrimonial de inmuebles, al que destinaron en primer lugar, la ingente cantidad de inmuebles vacíos, o escasamente utilizados, que poseían las diferentes administraciones municipal, diputaciones, comunidades autónomas y el propio estado, así como el resto de organismos del estado y que poseían unas determinadas características, para poder ser rehabilitados como viviendas colectivas (sitan). Esto se produjo como consecuencia de la arrolladora digitalización y automatización que había sufrido la administración dejando sin utilidad la gran mayoría de edificios administrativos.
Este mismo fenómeno había ocurrido en la mediana y gran empresa, dejando multitud de edificios corporativos en el centro de las grandes ciudades, sin utilidad comercial. Ante el crecimiento del comercio electrónico, una considerable cantidad de bajos comerciales, sobre todo en los barrios periféricos, habían quedado sin uso. El estado supo aprovechar esta coyuntura y ofrecer tanto a empresas como a particulares, que incorporaran sus inmuebles al fondo, unas condiciones de impuestos especiales.
La propia Seguridad Social, fue rehabilitando y adaptando estos edificios a las necesidades actuales de los jubilados. Financiando esta gran operación, en parte con recursos de la propia Seguridad Social, de los presupuestos generales del estado, de donaciones externas, del testamento solidario, de muchas de las herencias no cobradas, que por la nueva ley fueron a parar a este fondo. Como fue el caso del colegio de Frómista que hemos comentado, el mantenimiento, el personal y todos los gastos de esos edificios, paso a ser de los ayuntamientos, que pudieron afrontarlo, gracias al nuevo modelo de impuestos que había acompañado a esta revolución.
Casi en paralelo con la creación del fondo de inmuebles, el estado reorganizo el modelo cultural, con el objetivo de crear un fondo digital con el patrimonio cultural e intelectual, se modificaron las normas legales que regulaban el depósito legal y se llegaron a acuerdos, con los principales proveedores de contenidos. Una de las aplicaciones que se dio a este fondo, además de la de preservar el patrimonio, fue la de ofrecer a los jubilados la posibilidad de acceder a su contenido gratuitamente.
Como en muchos de los grandes cambios, que habían ocurrido en esta época, la polémica estuvo presente, ya que los autores, las empresas de contenidos, las productoras, editoriales y toda la industria de la cultura, se colocaron en contra de la modificación normativa, que permitía que los jubilados disfrutar gratuitamente de contenidos culturales digitales. Sin embargo también había que considerar, que estos jubilados habían contribuido, durante toda su vida, al mantenimiento de esa industria y de esos autores, por tanto no parecía justo, que si estos jubilados, no tenían los recursos económicos suficientes, quedaran al margen de poder disfrutar de la cultura, en una época de su vida en la que más tiempo disponían y mejor empaque intelectual para disfrutar de esa cultura.
La cultura y los derechos de los autores, han ido siempre íntimamente relacionados con la tecnología, a mí me gusta pensar que la tecnología es también cultura. Hasta que Gutenberg en 1.440 no inventa la imprenta, la lectura y los libros estaban reservados a elites muy concretas de la sociedad humana, con la aparición de esta tecnología, la lectura poco a poco, paso a ser un acervo de la totalidad de la población, después de muchas vicisitudes ese mismo invento trajo el reconocimiento de los derechos de autor en 1.710, actualmente con la digitalización de todos los libros, nuevamente un hecho tecnológico, está poniendo en serias dudas, no el derecho en sí, sino el cobro del mismo.
Si analizamos la música, ha pasado por las mismas etapas, en un primer momento, los juglares vivían con el dinero que obtenían por sus interpretaciones, los músicos de cámara vivían de sus mecenas, generalmente la nobleza, más tarde los compositores vivían de ver representadas sus obras en los grandes teatros, hasta que apareció el fonoautógrafo patentado en 1.857, este equipo y sus múltiples evoluciones tecnológicas, han permitido a todos los músicos incorporarse al suculento mundo de los derechos de autor por reproducciones, hasta que nuevamente la tecnología con la digitalización de estas obras, ha venido a enturbiar esas posibilidades, al final podríamos decir que la tecnología te lo da, la tecnología te lo quita.