La vida de los últimos pastores de ovejas no ha cambiado en, digamos los últimos 1.000 años, o quizá desde siempre. El trabajo diario varía en función de la época del año, aunque siempre se reduce a lo mismo, estar pendiente del rebaño casi las 24 horas del día, los 365 días del año.
Apenas despunta el día, los lechazos buscan a sus madres, para tomar su ración con la que han de pasar el resto del día, ellos son demasiado pequeños para trotar y andar por los rastrojos, las ovejas como todos los días saldrán a pastar. El pastor hace acto de presencia en la tenada, y se origina un pequeño revuelo, trae consigo un caldero repleto de avena, la “golosina” que las ovejas estaban esperando, tan ansiosas están en ser las primeras en comer, que no le dejan avanzar. Cuando acaba de suministrar la ración, sale con los dos perros, ahora les toca a ellos el turno del desayuno.
El tiempo, la historia y el hombre han marcado la repartición de las tierras de pastos sorteadas cada año. A cada “suerte” le corresponde una zona de valle y otra de páramo. A cada suerte un agua, unas fuentes o el huidizo río. A cada suerte una zona mas cercana o alejada del municipio.
Todos recordamos a los antiguos pastores, que ordeñaban a sus ovejas a mano, empezando por la primera hasta que terminaban con el rebaño y sin retrasarse mucho. Aquellos pastores ordeñaban dos veces al día, para conseguir un mayor número de litros. En la técnica del buen ordeño, estaba el movimiento de manos tan reconocible, se ejecutaba a la perfección, para no producir a las ovejas enfermedades en las ubres, como la mamitis.
La manera tradicional de ordeñar, ha sido siempre plegando el pulgar de la mano hacia el interior de esta y cerrando los demás dedos hacia el interior de la mano a la vez que se ejerce presión hacia abajo, oprimiendo el pezón del animal y extrayendo así la leche, al plegar el pulgar se genera espacio en el interior de la mano, lo que obliga a los demás dedos a quedar más abiertos, evitando los pellizcos en el pezón del animal y favoreciendo el ordeño, ya que de lo contrario el animal no dejaría de moverse y podría derramar la leche o causarse algún daño.
El tiempo pasa raudo, y apenas ha empezado la labor diaria, una vez separados los lechazos de sus madres, el resto del rebaño está listo y nervioso por salir. El perro da saltos a su alrededor, está deseando iniciar la marcha, es un colaborador indispensable, no se le escapa ni una sola de las ovejas, allá donde le marque, él sale veloz, y hace su trabajo.
El pastor con la boina bien calada coge su manta, la cachaba y el zurrón[1] con el almuerzo y la merienda para todo el día, abre la puerta de la tenada y comienzan a salir las ovejas dándose empujones, una vez que el rebaño está completo, se inicia la marcha hacia los pastos. Hoy toca rastrojeras, que hace poco tenían cebada y ahora les quedan lo que no pudieron recoger, algún brote no segado, alguna espiga caída y como llovió la semana pasada, hay algo de hierba nueva.
Es mediodía, el Sol tiene más fuerza de lo habitual para la época que estamos, el rebaño se mueve despacio, a su paso desaparecen los brotes más suculentos, las ovejas son muy selectivas y complementan con algo de paja. Llegan a un tramo que tiene pequeños arbustos, está en una vaguada por la que discurre un arroyo, ahora completamente seco, en ese lugar dejan de avanzar y se toman un respiro. Es la hora de sestear, ocultan sus cabezas en la sombra de los arbustos y esperan pacientemente.
La tarde declina, ya se oyen las esquilas acercarse. Por delante aparecen las que tienen crías, se escuchan sus válidos. El pastor tiene por costumbre, dejar por un momento, su ganado en el exterior, las ovejas ya lo saben y esperan, las madres delante, entra él sólo a ver cómo están las crías que dejó durante el día, todo está bien y deja pasar a las madres para que busquen a sus crías. Todos los corderos las reconocen, espera a que mamen y después deja entrar poco a poco al resto del rebaño.
Los perros tienen su ración de cena, se acurrucan dentro, ahí tienen su sitio, ahora toca recoger todo, asearse un poco y a cenar. Una vez cenados, un rato de charla, comentando las anécdotas del día y a dormir plácidamente, para recuperarse del trote que supone estar todo el día caminando de un sitio para otro, aunque lentamente y con el inconveniente que conlleva, que un día hace Sol, otro llueve, a veces con niebla y también con nieve, ya que, si el día no está muy crudo y hay hierba a la vista, el rebaño debe salir.
En invierno la jornada es más dura, aunque más corta, el día comienza repartiendo un poco de cebada envuelta con paja, hay poca hierba en el campo, una vez que la han comido, si no llueve salen a pastar al campo. Para aguantar un día de frio al raso, el pastor se tiene que armar con polainas, pellejos, peales, abarcas y tapabocas[2]. Pero si el día está lluvioso se quedan encerradas cuidando a los corderos.
La primavera es la estación en la que las ovejas dan más trabajo, porque se hacen criar en el mes de mayo o principios de junio y hay que pasar muchas horas con las crías. Tienen que ayudarlas a parir y una vez que el lechazo ha nacido, hay que ponérselo a la madre para que mame y se alimente. A veces este proceso se complica un poco, porque la madre no quiere al cordero, si esto sucede hay que meter a la madre y la cría en una jaula, preparada especialmente para estos casos. En ella hay un amarre para atar la cabeza de la oveja y así tiene que dar de mamar al cordero.
En verano en cambio se realiza jornada partida, antes de que comience el calor, alrededor de las seis de la mañana salen al campo y están ahí hasta las once u once y media. Por la tarden vuelven a salir, esta hora varía en función de la temperatura que haga, normalmente es entre las cinco y media y las seis de la tarde.
Los perros pastores han estado ligados al ser humano casi desde su domesticación, al inicio el perro ayudaba en las cacerías y a medida que el hombre se hizo más sedentario y crio animales para su consumo, el perro empezó a ser un compañero de trabajo, ya que aparte de ayudarle a conducir el ganado, también se convirtió en feroz guardián del rebaño de su dueño. Los perros pastores son aquellos animales que circulan o rodean al ganado, manteniéndolo agrupado, la función de estos perros es vivir con el ganado para cuidarlo de cualquier depredador, ya sea humano o animal. En definitiva, el pastor no puede soltar el ganado sin el perro.
[1] Zurrón: especie de mochila en la que los pastores llevan su comida y otros utensilios de utilidad. En la antigüedad los zurrones se realizaban con las pieles de las ovejas y las cabras, curtiéndolas con leche y sal y dándoles en el plegado de las mismas la forma final del zurrón. La piel del cuello del animal servía a modo de cierre o “tapa” del zurrón y los laterales se cosían con una mezcla de cuero y lana resultante de la limpieza de los bordes del mismo. Hoy en día los pastores llevan modernas y cómodas mochilas con numerosos compartimentos y ligero peso.
[2] Polainas: consistían en dos piezas que se adaptaban una a cada pierna por encima del pantalón. Se utilizaban para protegerse contra el frío y la maleza del campo y estaban confeccionadas también con piel de vaca. Pellejos: piel de oveja que cubría los pies hasta los tobillos. Se utilizaban en los días de lluvia y nieve y eran muy eficaces para proteger los pies de la humedad. Peales: eran una especie de calcetines gordos de lana de oveja. Esta lana era hilada por las pastoras, quienes hacían a mano también los peales. Abarcas: eran una especie de sandalias hechas con goma de la cubierta de las ruedas de los coches. Tenían un capillo para sujetar el pie por la parte de adelante y se ataban con correas al tobillo. Tapabocas: prenda a modo de bufanda. Estaba tejida con lana similar a la de las mantas de campo y tapaba la cabeza y el cuello.
La filosofía que trascendía en todo el proyecto que habíamos emprendido, para diseñar la agricultura del año 2.035, fue la de complementar y dar valor añadido a los productos agrarios, para ello se consideró necesario que cada “agricultura” (23.000 Ha.) se “especializara” en una determinada práctica, complementaria a su actividad agraria, con la doble intención de, aprovechar las características peculiares de cada zona, evitar una competencia inútil entre vecinos y aprovechar al máximo, la sinergia con las zonas vecinas y la propia actividad agrícola.
La ganadería es y ha sido uno de los complementos ideales de la agricultura, aunque no el único (turismo, cinegética, agroindustria, fruticultura, silvicultura, oficios, artesanía, etc.), con esta idea estudiamos diferentes posibilidades, como granjas avícolas, cunícolas, de vacuno, incluso se analizaron granjas especializadas, como el cangrejo o caracol, al final en ninguna de estas especialidades, nuestra zona tenía experiencia. Sin embargo, la cría de ovejas había sido durante siglos, una de las actividades más importantes en el municipio y fue por esa razón, que se eligió la ganadería de ovino. En otras zonas próximas se había optado por otro tipo de ganadería como vacuno o porcino.
La cría de ovejas en Tierra de Campos sobresale por su famoso lechazo churro y sobre todo por su queso puro de oveja, hasta el punto de que, a finales del siglo pasado, había simultáneamente en el municipio, tres fábricas de queso de oveja de calidad extraordinaria. De las ovejas ha vivido media humanidad, basta solo con revisar, las referencias de los pueblos antiguos, que eran pastores y tenían en las ovejas su sustento y negocio diario. Se ha aprovechado su cuero y su lana para confeccionar prendas de vestir o alfombras, su carne, tanto de los adultos como de las crías para comer y su leche para el consumo y la producción de lácteos.
La oveja fue uno de los primeros animales que domestica el ser humano, iniciándose en Mesopotamia con la crianza del animal conocido como muflón, específicamente entre el 11.000 y 9.000 a. de C. A Europa llegan en el 6.000 a. de C., fue el principal animal en la antigua Grecia y en el Imperio Romano, en España desde el año 1.000 tuvo una importancia económica creciente, así lo prueba la creación de la mesta en el año 1.273 una de las organizaciones más poderosas de la Edad Media en todo el mundo y basa su éxito económico en dos razas: la merina por su lana (hoy sigue siendo la oveja más prestigiada y extendida en todo el mundo) y la oveja churra por su carne y leche.
Sus parientes salvajes tenían algunas características que las hacía especialmente adecuados para la domesticación, como su relativamente poca agresividad, un tamaño manejable, una pronta madurez sexual, su carácter gregario o su alta tasa de reproducción. Otra característica es que las ovejas pueden llegar a vivir aproximadamente de 18 a 20 años, actualmente el ciclo de vida comercial se ha mejorado considerablemente pasando de los tradicionales 5-7 años a los 9-11 años actuales. En 2.015 la FAO indicaba la existencia de 1.200 millones de cabezas en todo el mundo. La relevancia del ganado lanar radica en su frugalidad, resistencia, capacidad de adaptación y su triple aptitud productiva (leche, carne y lana).
Emplear la genética para mejorar la textura, el color o la composición nutricional de los alimentos no es nuevo. Desde hace 10.000 años los agricultores y ganaderos han mejorado las razas de animales de granja y las variedades vegetales comestibles utilizando, sin saberlo, técnicas genéticas. De entre todas ellas, las más utilizadas han sido la hibridación, conocida como cruce sexual, y la aparición de mutantes espontáneos o variabilidad natural.
Por complicada que parezca la hibridación, ha funcionado magníficamente. De hecho, prácticamente ninguna de las variedades vegetales y razas animales que consumimos en nuestra dieta actualmente son “naturales”. En el origen de la agricultura, nuestros antepasados recogían bayas y frutos pequeños, insípidos y muy poco energéticos, comían plantas con sabor amargo y cazaban animales robustos y fibrosos. Cuando llego la agricultura comprendimos que, con hábiles cruces y procesos de selección, podíamos mejorar esos alimentos, para que fuesen más grandes, sabrosos, resistentes y fáciles de manejar. Baste recordar que mediante sucesivos cruces se han conseguido las variedades de trigo con las que se producen las harinas que usamos para fabricar el pan. Estos trigos, que muchos consideran naturales, se desarrollaron hace pocos años y sus genomas son un auténtico puzle de cromosomas.
En la técnica de la mutación, lo que se seleccionan son aquellos individuos mutantes que, de forma aleatoria, han cambiado uno o unos pocos de los miles de genes de su genoma, para conseguir una nueva combinación genómica más eficaz, desde el punto de vista agroalimentario. De nuevo hay muchos ejemplos en nuestra dieta y uno de los más llamativos son las coles. Estos vegetales no existían hace cinco mil años y son el fruto de una mutación espontanea en el genoma de un ancestro común evolutivo.
Actualmente con la biotecnología, ya sea por medio de la clonación y/o de la ingeniería genética, los investigadores han logrado trabajar con organismos vivos para reproducirlos o intensificar sus cualidades positivas en un tiempo muy inferior al utilizado en la antigüedad, lo que les permite incrementar e intensificar los beneficios buscados adaptándose a los costes productivos.
La combinación de las tecnologías de transferencia nuclear y recombinación homóloga, hace posible actualmente realizar modificaciones genéticas muy precisas en el genoma de un animal y han contribuido a incrementar la eficiencia del proceso de generación de animales clonados y transgénicos de granja. Esta tecnología paso inicialmente por la modificación de genes simples, por la posibilidad de modificar grandes segmentos cromosómicos y actualmente por la de manipular rasgos complejos de la fisiología del animal, como una mayor eficiencia en la conversión de alimentos, la resistencia a enfermedades o la modificación de instintos, entre otras características.
Estas tecnologías han permitido un doble juego, por un lado, nos hemos beneficiado de una investigación básica, desarrollada por investigadores de todo el mundo, identificando genes, analizando la interacción entre genes, desarrollando técnicas de ADN recombinante, etc. y por otro en pequeños laboratorios locales, adaptando todo ese conocimiento y documentación a las necesidades concretas de su entorno ambiental y empresarial.
Sin duda en la sociedad seguía la vieja polémica en contra de la manipulación genética, entre sus argumentaciones, podemos citar
Según nuestro criterio, estas críticas no son suficientemente sólidas, ya que prácticamente la mayoría de las grandes instalaciones ganaderas (en el futuro) seran cerradas, sin conexión con los ecosistemas, los desarrollos son locales y por tanto participan en las patentes, tienen sus propios genotipos y hablamos de decenas de miles de granjas en todo el mundo. Por tanto, es cierto que la clonación limita la variabilidad genética, pero a la vez la ingeniería genética, gracias al abaratamiento y generalización de estas técnicas, permite la creación de nuevos genotipos, hasta el punto de poder conseguir un genotipo “a la carta”, en función de parámetros ambientales, especificaciones de mercado o disponibilidad de un cierto tipo de alimento y eso también es variabilidad genética, por tanto hemos pasado de una variabilidad genética “natural” a otra “artificial”.
Con las nuevas técnicas, tanto en robotización, control e IA como en ingeniería genética, planificamos la ganadería de ovino pensando en una economía sostenible y circular, totalmente estabulada, robotizada y con material genético propio. El objetivo principal era la producción de leche para la fabricación de queso, sin olvidar las cualidades del lechazo, que seguía siendo una de las carnes más apreciadas y dejando en último lugar, no por ello menos importante, la lana y las pieles. Según este esquema, nos pusimos en contacto con el departamento de ingeniería genética de la universidad, para la planificación de unas adaptaciones genéticas especificas a las necesidades planeadas.
Partimos de un material genético autóctono, como es la oveja churra[3] y utilizamos todo el trabajo previo de selección y mejora genética, sobre todo en referencia a la sanidad de la raza tanto, en enfermedades víricas, como bacteriológicas y de hongos. Esta línea de mejora era esencial y estaba perfectamente establecida y conocida gracias a la infinidad de grupos de investigación que trabajaban en todo el mundo. Nuestro interés se centraba en conseguir unos parámetros óptimos en producción de leche y de lechazos, adaptados a nuestra zona. Después de más de 4 años de investigación se consiguieron, en la primera generación de clones, unas características de 600 litros de leche año en media para grandes rebaños, de 2,0 lechazos año con reposición y manteniendo en producción a la oveja casi 11 años.
Actualmente estamos ensayando lo que llamamos “nuestra IV generación de clones”, si bien las ultimas mejoras son casi cuestión de detalle, como mejorar la posición de los pezones en el sistema mamario para optimizar el mecanizado del ordeño, mejoras en la elasticidad o higroscopicidad de la lana o modificar alguna de las características de la piel del animal para obtener cueros con mayor interés comercial.
[3] Navajo-churro: Es una descendiente muy especial de la oveja churra, que los indios navajos empezaron a criar después del contacto con los colonizadores españoles, viendo que se trataba de animales muy resistentes a condiciones de cría difíciles. Forma parte de la cultura de estos indios, que curiosamente valoran su lana tanto como su carne.
Partiendo de que prácticamente toda nuestra producción agrícola (23.000 Ha), la enfocamos a complementar la ganadería. Dedicamos a la producción de materias primas para pienso (65.000 Tn) el 41% de la explotación, para forraje (130.000 Tn) un 44% y el resto de la explotación a otros productos complementarios. Según nuestros cálculos, con esos recursos podríamos alimentar, a una cabaña en explotación estabulada intensiva de 200.000 ovejas.
Inicialmente se programó la realización de un proyecto piloto de ingeniería para diseñar una unidad de producción compacta para 10.000 ovejas, este proyecto se realizó por un equipo interdisciplinar con los mejores ingenieros, biólogos, robotistas y en colaboración con empresas especializadas del ramo.
La solución se planteó construyendo un único edificio de 20 x 180 metros, en realidad eran dos naves de 80 metros unidas en el centro por una sala de ordeño de 20 x 20 metros, lo peculiar de esta nave es que tenía cinco plantas de altura, era una nave de presión positiva y su distribución interna estaba formada por cuatro tenadas de 5 x 80 metros, con capacidad para 286 ovejas por tenada (1,4 m2/Oveja).
La instalación tenía un control ambiental total, manejando la iluminación, la humedad, la presión, la temperatura, el ruido, la calidad del aire y la carga vírica-bacteriológica, este control se realizaba en cada semi nave (4 tenadas). Se diseño un suelo técnico provisto de una alfombra de un material especial de nueva generación, que incorpora una resistencia eléctrica y se utilizaba para crear unas condiciones óptimas para el encamado del animal, además entre las prestaciones del material era la de ser estable a los agentes corrosivos de las deyecciones del animal y su facilidad de limpieza.
La nave tenía una galería subterránea de suministros de tres metros de ancho que la recorría longitudinalmente y por donde circulaban todas las conducciones y cintas transportadoras, la galería era transitable y era monitorizada por cámaras y sensores, por esta galería circulaba la leche, el fluido eléctrico, agua, datos, cinta transportadora de abono, raciones alimenticias y estaba provista de almacenes y depósitos secundarios para garantizar posibles fallos en los suministros.
El control de los animales se realizaba a través de un circuito de cámaras TV y de drones, que en nuestro argot, les llamábamos dorros (una fusión de las palabras dron y perro, no muy brillante, ciertamente), su programación era muy sencilla, al igual que los primeros robot cortadores de césped, se programaban con la idea de vigilar un número determinado de tenadas, que recorrían constantemente, cuando notaban su carga de batera baja, se retiraban a su centro de abastecimiento a recargar, concluida esta, volvían a iniciar su ronda.
Estaban equipados con una multicámara multiespectral de alta resolución, cuando detectaban una temperatura anormalmente alta de un animal, reportaban su número de control al sistema, que actuaba en consecuencia, si por el contrario detectaban una temperatura por debajo de un umbral, comunicaban la muerte del animal para su retirada. Otro de los sensores con los que estaba equipado era un control bacteriológico del aire, este equipo consistía en un conjunto de biosensores, cada uno diseñado para la detección de una determinada cepa de bacteria, en sus vuelos analizaban constantemente el aire, hasta el punto de que, si se detectaba una alarma que era considerada grave, se ponía automáticamente la tenada en cuestión en cuarentena.
De las ocho tenadas en cada planta se llenaban solo siete, haciendo un total de 2.000 ovejas por planta, la tenada que quedaba libre, se utilizaba para el movimiento de los animales en las diferentes labores necesarias, como ordeño, inseminación, parición, etc., en cada ciclo de ordeño la tenada vacía o comodín, se rotaba con respecto a las otras siete y se aprovechaba este tiempo de descanso para vaciarla de abono, limpiarla y desinfectarla.
La limpieza se realizaba cada cuatro días, con una barredora mecanizada, la producción de estiércol por animal y día estaba en el entorno de los 6 Kg, por tanto, la cantidad de material a barrer era de 15 Kg/m2. Este abono se recogía en el frente de cada nave y era trasportado a través de un sistema de cintas subterráneas a un estercolero común para toda la explotación, obteniéndose más de 400.000 Toneladas de abono por año, en una nave de tratamiento, este abono junto con el resto de los residuos de las otras industrias de transformación, se compostaba y posteriormente se esparcía por las fincas, cerrando el ciclo.
Cada tenada tenía una cinta de alimentación, que se cargaba automáticamente con la dosis y las raciones precisas para cada lote de animales, las raciones se realizaban con siete componentes: Alfalfa, cebada, avena, soja, maíz, pulpa de remolacha, colza y paja. Las dosis se preparaban en un edificio de mezclas y se distribuían automáticamente a cada una de las tenadas.
La sala de ordeño era de tipo carrusel de 20 x 20 m, con una capacidad en carga para 160 ovejas simultáneamente en dos plantas, ordeñando 500 animales/hora con un tiempo de entrada-salida de animales de 15 segundos. La sala se diseña a modo de ascensor, cuando terminaba en la planta baja se subía hidráulicamente a la primera planta y así sucesivamente, el tiempo total de ordeño de cada nave (10.000 ovejas) se estima en 21 horas, el resto del tiempo se utilizaba para mantenimiento y desinfección de la ordeñadora, esta sala estaba totalmente robotizaba y funcionaba sin la presencia humana, existía un controlador que se movía por el entorno supervisando pequeños problemas.
Mientras se ordeñaba, el sistema controlaba a cada animal a través de su chip y realizaba todo tipo de análisis para detectar posibles brotes sanitarios, malnutrición o carencias, actuando en consecuencia. También se analizaba la leche individualmente de cada animal, sino cumplía con unos requisitos mínimos se desviaba por otro circuito a un laboratorio para su evaluación. La leche era enviada a través de tuberías subterráneas a la fábrica de quesos.
Sin ninguna duda la sanidad era la variable más importante de toda la granja y sobre la que se ejercía un mayor seguimiento, desde un control constante del aire a través de los dorros, pasando por un seguimiento sanitario constante del agua que llegaba a los bebederos, de las raciones de pienso y de la leche producida, hasta un control del propio animal.
Estuvimos experimentando con la instalación durante dos años, con el fin de perfeccionar diferentes detalles de diseño, ya que no había experiencias similares en el mundo, si bien con los actuales programas de simulación, los diseños alcanzaban una gran precisión y desde luego no se producían grandes fallos de diseño, si era conveniente ir mejorando con la práctica, la incorporación o sustitución de mecanismos hasta alcanzar un óptimo diseño. Una vez que superamos esta etapa y se vio la viabilidad de la instalación, se pasó a la segunda fase, que fue la construcción durante los siguientes dos años, de otras nueve naves de las mismas características. Actualmente disponíamos de un rebaño de 100.000 ovejas estabuladas, era sin duda la mayor explotación en el mundo de estas características. Actualmente estábamos en diseño y planificación de una tercera fase y llegar a las 200.000 ovejas.
Es interesante comparar a los sufridos pastores de otra época, con lo que actualmente eran pastores 2.0. La instalación ganadera tenía un centro de control donde se monitorizaban todas las instalaciones, desde los laboratorios, las ordeñadoras, producción de leche, evacuación de abono, suministro de dosis alimenticias, agua, etc. Todos los parámetros llegaban a este centro que disponía de tres puestos de control, normalmente se tenían operativos dos de ellos y se reservaba el tercero para emergencias o la realización de operaciones especiales no incluidas en la rutina del día, estaba atendido las 24 horas, los 365 días del año, la plantilla estaba formada por 10 técnicos.
Su función principal era la de vigilancia y resolución de problemas, desde este centro se monitorizaban también las industrias auxiliares, compostaje, mezcladora, fábrica de piensos, matadero, lavadero de lana y curtición. Por supuesto también estaba el gerente de la explotación, teníamos cuatro veterinarios, que en realidad no estaban en las instalaciones, sino que dependían de su intercomunicador personal en constante comunicación con la IAP (Inteligencia Artificial Parcial) de la instalación, la mayor parte de los problemas los resolvían en modo virtual, ya que la sanidad intrínseca del sistema era tan alta que era muy infrecuente la necesidad de un veterinario en las tenadas, teníamos también 4 técnicos en mantenimiento y reparaciones. Existía un equipo de 20 pastores 2.0 que se turnaban, por tanto 200.000 ovejas se llevaban con 38 personas, el coeficiente era aproximadamente de 5.000 ovejas por persona, frente a las 300 de épocas anteriores.
Con estas instalaciones a pleno rendimiento estábamos en unos números realmente espectaculares, producíamos más de 120.000 toneladas de leche al año, equivalente a 17.000 Tn de queso, 400.000 lechazos y corderos al año (6 Kg/Ud.), 200.000 vellones de lana (5 Kg/Ud.), y 400.000 pieles de cordero (3 Kg/Ud.). Con esta materia prima era inevitable pensar en montar un conjunto de fábricas que utilizaran esos recursos, el concepto de valor añadido o de transformación de productos, era un proceso natural cuando se analizaban desde un volumen determinado, la unión hace la fuerza.
Si tenemos en cuentas los datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística (INE), podemos ver que el consumo per cápita de carne de ovino está en el entorno de 1,5 Kg/persona/año y el de queso en 7,0 Kg/persona/año. Con estos datos nuestras instalaciones podrían abastecer a una población de 2,5 millones de personas al año tanto en carne de ovino como de queso.
Actualmente la industria textil utiliza muy poca lana en la composición de los tejidos, a pesar de ser esta una fibra de muy alta calidad. Si suponemos que en un futuro nos decantamos más por los productos “bio” y que el uso de fibras naturales aumentara considerablemente, podríamos suponer que llegaremos a utilizar entre lanas y cueros un 15% de la fibra textil. Por otro lado, el peso medio de una prenda está en 0,5 Kg y el consumo medio en el mundo se sitúa en 22 prendas/persona/año, si somos optimistas y racionalizamos el uso de prendas podríamos aceptar un numero de prendas de 12 al año, esto implica que cada persona utiliza al año (12 prendas x 0,5 Kg/prenda x 15% = 0,9 Kg/persona/año) Con estos supuestos podríamos suministrar lanas y cueros para una población de 2,5 millones de personas.
En cuanto a la producción de abono orgánico, estaríamos en 6 Kg/animal/día que representa 438.000 Tn/año, a lo que habría que añadir los residuos producidos en el matadero y en la industria de lanas y cueros, llegando a las 600.000 Tn/año de residuos, a una dosis de 50 Tn/Ha. nos permitiría abonar, con un producto de alta calidad y evitando la incorporación de una parte sustancial de abono químicos, a más de 12.000 Ha/año. Esta es la base esencial de una economía sostenible y circular.
Si extrapolamos este modelo a todo el país y todas las granjas tuviesen 200.000 ovejas, para cubrir las necesidades en estos capítulos de toda España, necesitamos tan solo 20 granjas, si lo centramos en las provincias más ganaderas, todas excepto las marítimas, podríamos tener menos de una instalación por provincia, una organización muy interesante y a tener en cuenta.
Pensar que controlar un rebaño de este tamaño (200.000 ovejas) es un despropósito en los tiempos actuales, no tenemos más que revisar los antiguos censos y veríamos que en el siglo XVI existían en España grandes rebaños como el de Santa María del Paular de 86.000 cabezas, el del Monasterio del Escorial con 40.000 cabezas, o el del Duque de Béjar con más de 35.000 cabezas.