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Un día de primavera del año 2.035, perfecto para pasear, me encuentro con el técnico que se encargó de realizar el seguimiento del tracmata que yo había manejado. La conversación rápidamente se centró en la experiencia que tuve al manejar el vehículo y seguimos comentando las peripecias de su trabajo y de cómo término manejando estos sofisticados vehículos agrícolas, se le veía enamorado de su profesión. Yo no me acostumbraba a llamarle técnico de consola, y le llamaba tractorista, como toda la vida.
Para el técnico, este trabajo era un sueño, había nacido en Frómista y sus padres eran agricultores, además era un enamorado de las nuevas tecnologías, como por otra parte le ocurría a la mayoría de chavales de su edad. Para los de nuestra generación diríamos que era un flojo, por el tipo de vida que lleva la gente joven, aunque al final creo que estamos equivocados. Hay que dar a cada generación lo que necesita, lo que vive, lo que mama, no podemos exigirles que vivan bajo los parámetros de nuestras propias experiencias.
El chaval se había embalado, era como una ametralladora, contándome datos y estadísticas de su trabajo, que yo conocía perfectamente, pero me gustaba esa pasión y determinación que ponía. Escuchándole, hubo un momento que desconecte, entre en ese estado de ensimismamiento, que me permitía encadenar mis propios pensamientos. Me decía a mí mismo, lo interesante que era esta generación, que había nacido en la segunda década del siglo XXI, denominada generación Alpha, y considerados completamente nativos digitales, me producían una sana envidia.
Vivirían una revolución de consecuencias todavía inimaginables, eran gente muy variopinta, muy diferentes entre ellos. Quizá esto pasa en todas las generaciones, y el hecho de estar inmerso en ella, no te permitía percatarte de esas diferencias. En este caso son mucho más acusadas, debido a que ahora, el abanico de posibilidades es también mucho mayor, y eso produce diferencias entre ellos mayores.
En los siglos pasados, las generaciones que se iban sucediendo en el tiempo, en general presentaban pocas diferencias, ya que había muy pocos cambios en la sociedad que les rodeaba. Sin embargo de vez en cuando, se produce un salto cualitativo, como consecuencia de una guerra, de un acontecimiento histórico singular o de un avance científico, esto está ocurriendo cada vez con más frecuencia. Creo que mi generación (generación baby boomer) vivió uno de esos saltos, pasando de una generación que le toco vivir la guerra y la posguerra (generación silenciosa), con todas las restricciones y calamidades que eso supuso. A la nuestra, que tuvo acceso a una educación excelente y vivió un esperanzador cambio en lo económico, político y social.
Bien, creo que esta generación Alpha, está viviendo un salto cualitativo muy superior a la nuestra, con posibilidades espectaculares. Habrá chavales que lo aprovecharan y los más, serán meros espectadores, un cero a la izquierda. Me empezó a entrar un cierto interés de como era su vida y con qué proyectos vitales soñaba.
De sopetón le corte en su discurso y le pregunte, con quien vivía en el pueblo. Se quedó mirándome un poco extrañado, por el cambio brusco de conversación y me dijo que vivían siete amig@s, en una vivienda que habían comprado entre todos. Empecé a recordar mis años de juventud, en los que había compartido multitud de pisos en Madrid, pensé que era lo mismo. Pero no, en mi época sabias que era algo pasajero, casi una aventura, pero ahora lo enfocaban como un proyecto de vida.
Era frecuente encontrar que un grupo de gente joven, constituían una sociedad y compraban una vivienda entre todos, era el concepto de domi[1] que se estaba haciendo tan popular en estos días. Termine de hablar con el técnico, con la promesa que esta misma tarde me invitaría a un café en su casa y me contaría sus proyectos.
[1] Domi: Palabra formada por la nota musical (do) y la nota musical (mi). Recinto multi-vivienda, diseñado con elementos privados y amplias zonas comunes, que es habitado por diferentes personas y está dotado de todo tipo de elementos de domótica y sostenibilidad ambiental.
Me presente en su casa sobre las cinco, después de una merecida siesta con pijama, padrenuestro y orinal, me recibió muy emocionado, por el interés que había mostrado, supongo que me consideraba, como un cierto personaje, un fundador, un pionero o algo así.
Una de las pareja, trabajaban en otra de las empresas del grupo agrario, concretamente en la ganadería de ovejas, se llamaban a sí mismos pastores 2.0. Me dijo que otra de las chicas, con la que el tonteaba un poco, no tenía una ocupación determinada, pero como había estudiado varios cursos sobre diseño arquitectónico, decoración, construcción y diferentes oficios, nada reglado. Fue la que se encargó de transformar el viejo caserón, que habían comprado muy barato, en una vivienda súper moderna y funcional, le entendí que por eso, entre los demás le daban una determinada paga.
Conocía la vivienda, tenía una planta rectangular de 200 m2, haciendo un total de 600 m2, repartidos en dos plantas y desván. Lo primero que hicieron, con buen criterio, es tirar el tejado y hacer uno nuevo, con materiales modernos, súper ligeros, aislantes y con prestaciones fotovoltaicas (los propios elementos integrantes del tejado eran fotovoltaicos), el resto de la vivienda lo dejaron como estaba y se metieron a vivir de cualquier manera, para eso eran jóvenes.
Como no tengo ninguna vergüenza, los años desinhiben, le pregunte qué cuanto les había costado la casa, como en los pueblos no hay secretos, ya había oído una cifra y simplemente quería confirmarla. No le agrado la pregunta, pero con diplomacia me dijo, que no habían pedido créditos al banco y que la vivienda y el arreglo del tejado, les costó algo más del salario de un año y cada uno busco el dinero como pudo. Me pareció una solución muy inteligente y así se lo dije, al final la gente joven también hacen bien las cosas.
Se le fue soltando un poco la lengua, los halagos siempre han sido un buen lubricante, y me conto todo lujo de detalles. Que el capital social de constitución, fue lo suficiente para comprar la casa y la sustitución del tejado, y que a partir de ese momento, todos pagaban una renta que cubría los gastos de la vivienda, IBI, impuestos municipales, suministros y un dinero que apartaban para mejora de la vivienda, mobiliario, etc. Con este nuevo sistema domi, tenían un casoplón, casi por un abrazo.
Le hice el comentario inevitable, que pasaría, en el caso que se llevaran mal entre ellos, o uno decidiera irse por cuestiones personales o laborales. Según me dijo, lo tenían bastante hablado y lo habían reflejado adecuadamente en los estatutos de la sociedad. Este tipo de fórmulas se había extendido mucho, y estaba bastante bien reglado.
Llevaban viviendo en el domi tres años y está tenía dos plantas y el desván, que al hacer el tejado nuevo lo habían reconvertido en un precioso ático, lo mejor de la vivienda para mí. La distribución consistía en poner un baño cada dos habitaciones, pero diseñado de tal forma que podían integrarse y hacer un pequeño apartamento, con una habitación un salón y baño. La parte del desván tenía uno de estos apartamentos, donde vivía la única pareja formal del grupo, el resto del desván lo pensaban dedicar a zona de ocio, aunque ahora lo utilizaban para todo, ya que la parte de abajo estaba sin rehabilitar.
La planta intermedia también estaba parcialmente restaurada, había seis habitaciones y tres baños, una de las habitaciones la reservaban para los amigos que venían de vez en cuando y tenía seis literas. El resto de habitaciones ya las habitaban, pero no estaban completamente terminadas, ya que pretendían convertirlas en habitaciones inteligentes dotadas de todo tipo de dispositivos interconectados.
Me enseñaron la habitación de la compañera del técnico, que la utilizaban como piloto. La iluminación se adaptaba automáticamente, en función de la luz solar y la presencia de personas. Las persianas y cortinas se abrían o cerraban, según las condiciones lumínicas, la hora del día y las costumbres del ocupante. La temperatura era siempre la idónea, puesto que la calefacción y la climatización se ponían en marcha en función de los datos medidos por los sensores y un algoritmo que ellos habían definido.
La niña de sus ojos era la gran pantalla de TV que había instalado, ocupaba prácticamente la totalidad de la pared que estaba frente a su cama. Me decía que había elegido una con resolución 8K y simulación 3D, ya que los modelos de 11K eran todavía un poco caros para ellos. Por la misma razón se habían conformado con la típica pantalla fina y semirrígida, tenía casi 4 mm de espesor, nada que ver con las pantallas flexibles de última generación de grafeno, que tan de moda estaban en estos momentos, opinaba que para estar colgada en la pared no necesitaba esa tecnología.
La pantalla interaccionaba tanto con su dindo, como con el ordenador central que compartían en la vivienda, y por supuesto estaba conectada a la niebla-nube. Pudiendo visionar en su habitación cualquier película u obra de arte, en altísima resolución o presentar la información que necesitara en cada momento. Por otro lado tenía prestaciones decorativas, ya que simulaba paisajes cuasi reales, y podías programar una playa con oleaje, que la luz de un paisaje evolucionara a lo largo del día, o una escena con árboles moviéndose con el viento, gracias a las prestaciones en iluminación y la alta resolución de estas pantallas, la sensación que producían era muy real.
En el momento que entramos tenia puesta en la GP, la imagen de una de las cámaras que enfocaba a la calle, así que desde esta habitación, que era interior, tenía una magnifica visión de lo que ocurría en la calle y de la meteorología de su entorno.
Todos los muebles de la vivienda los había diseñado y fabricado ella misma, lógicamente el diseño y la construcción era su pasión, y con las increíbles herramientas que tenía a su disposición en la nube, era una tentación no hacerlo. Existían millones de modelos de muebles de software libre, si he dicho millones. Lo normal era que buscaras un diseño que se aproximara lo más posible a lo que tú tenías como ideal, te bajaras gratuitamente el modelo a tu ordenador y te ponías a trabajar con él.
En este tipo de trabajo, si el dinero era un problema, como era su caso, no podías realizar diseños extravagantes, al menos en piezas grandes, ya que estas costaban un dineral. Si utilizabas las piezas más estándar, que podías comprar en cualquier hipermercado de Shanghái, todo te resultaba muy económico, con las piezas pequeñas tenías más libertad ya que estas las fabricabas con tu propia impresora 3D.
Me enseño el sofá-cama-escritorio que había diseñado, era el típico mueble polivalente, pero lo cierto es que era bueno, muy bueno, tanto mecánicamente, como estéticamente. Se puso a actuar desde la GP y el sofá empezó a desenrollarse sobre sí mismo y en un minuto se convirtió en una cama de 1,20 m, totalmente arreglada. Para que viéramos lo bueno que era el diseño, deshizo la cama, se metió en ella y lo revolvió todo, se fue otra vez a la GP le dio a unos botones y las sabanas, el edredón y la almohada se fueron colocando en su sitio y la cama se convirtió en un peculiar escritorio, con un terminal de ordenador que estaba camuflado debajo de la cama.
En la parte baja, tenían la cocina, era lo primero que habían puesto en marcha, aunque no la rehabilitaron, aprovecharon la antigua cocina de la vivienda y le añadieron una de las habitaciones. En un primer momento me contaron que reutilizaron los antiguos electrodomésticos que tenía la casa por cuestiones económicas, y que este mismo año tenían previsto gastarse todo su presupuesto en terminar la cocina. El resto de la planta lo pensaban rehabilitar al año siguiente, repartiendo el espacio en dos salones de uso común.
Les comente que me parecía raro que no incluyeran un ascensor, y rápidamente la compañera del técnico me enseño los bocetos que había realizado, el ascensor era exterior y transparente, además conectaría con el sótano que pensaban realizar. Pero eso era otro cantar, según sus planes tardarían en terminar el domi, al menos otros cuatro años más, querían hacerlo todo con recursos propios y mucho con su propio trabajo. Me pareció una actitud muy encomiable y así se lo dije.
El proyecto que tenía para el sótano era muy original, y le abordarían en años sucesivos, cuando ahorraran lo suficiente. En una parte importante del corral, que tenía casi 1.000 m2, pensaban realizar un subterráneo al que iban a incorporar una piscina y varias salas de trabajo, ocio y un gimnasio. Un espacio en el que, gracias a un sistema de paredes y suelos móviles, las estancias se podrán plegar cuando no se usaban, para dar más amplitud, a la zona del hogar que se necesite utilizar en ese momento.
Encima de la piscina y a ras del suelo del jardín, colocarían una cubeta de plástico transparente de unos 15 Cm, con una fuente y un sistema de reciclado de agua. El conjunto prometía, ya que la cubeta aislaba la zona de la piscina, tenía un intercambiador de calor que aprovechaba la energía solar para calentar la piscina, dejando pasar parte de la luz y esta se podría utilizar prácticamente todo el año. En el sótano y alrededor de la piscina pensaban colocar una serie de puestos de trabajo, creando un ambiente muy peculiar y muy agradable para hacer un trabajo de despacho. A este sótano y enlazando el resto del domi, llegaba el ascensor que me habían comentado.
La casa es una vivienda inteligente. Un hogar automatizado en el que había decenas de dispositivos, sensores y actuadores interconectados gracias al internet de las cosas (IoT), la capacidad de las máquinas de entenderse entre sí. Como estaban empeñados en reformar ellos la vivienda, estaban todos los fines de semana, piqueta en mano haciendo rozas sin parar, para meter cables a la ventana, desde la puerta, por el techo, en fin por todos los sitios. Me enseño otra de las habitaciones que no tenían pintada y la pobre parecía un cuadro abstracto, ya que estaba recorrida por todos los sitios por rozas tapadas con yeso. Aunque muchos de los sensores que existían, los podían poner inalámbricos, a ellos les parecía más seguro el cableado y también eran más baratos, y al estar en obras permanentemente, se habían acostumbrado a las molestias.
El técnico me comentaba que cuando empezaron, todos estuvieron de acuerdo en que un requisito no negociable, era que la vivienda fuese sostenible, autosuficiente energéticamente, y técnicamente diseñada para ser eficiente, y combinar un alto nivel de confort con un bajísimo consumo. Alta eficiencia gracias a su alto aislamiento térmico, su estanqueidad al aire, sus sistemas bioclimáticos y su tecnología.
Los datos de temperatura, humedad, consumo energético, soleamiento, y calidad del aire, son analizados por la central, que en función de los parámetros establecidos activa los diferentes sistemas. Cuando los sensores detectan que el aire, contiene un alto valor de C02, se activa automáticamente la ventilación mecánica, que introduce aire fresco en la vivienda. El sistema automáticamente sube y baja las persianas, extiende o recoge el toldo para conseguir la temperatura deseada de manera pasiva en función de la predicción meteorológica. En un día frío de invierno, avisado por nuestro dindo, el sistema activa la calefacción 20 minutos antes de nuestra llegada, para así optimizar el consumo energético.
Los sensores del jardín detectan el nivel de humedad de la tierra y activan el riego, solamente dónde y cuándo es necesario. El robot jardinero, actúa autónomamente, cortando el césped cuando sus sensores detectan el crecimiento adecuado, o eliminando malas hiervas. Por la mañana, la primera gota de agua que sale de la ducha ya está caliente, pues 5 minutos antes la central ha activado una bomba de recirculación de agua para llenar las tuberías con el agua caliente de los depósitos solares. Adicionalmente tienen datos reales de la producción eléctrica de sus placas fotovoltaicas, de la cantidad de agua caliente que tiene en los depósitos solares, o del consumo eléctrico de la vivienda en tiempo real en su Smartphone.
Habían comprado también a nombre de la empresa, un coche eléctrico para los siete, al trabajar todos en el pueblo, solo le usaban para ir de vacaciones o de fiesta los fines de semana. Tenían un magnifico ordenador en la vivienda, que compartían, lo tenían debajo de la escalera y habían diseñado casi un bunker con paredes de hormigón, sistema independiente de energía, ignifugo y puerta blindada, parecía Fort Knox en pequeñito. Era casi cien veces más potente que el mío, lo cual era normal, ya que para ellos la informática era su Álter ego, y además en parte su medio de trabajo, ya que los otros tres tele-trabajaban en una empresa de Madrid.
La verdad es que no me fijo en los detalles, y cuando tomábamos café, el técnico, me dijo que si me gustaba la camisa que llevaba. Al mirarle detenidamente, si me di cuenta, que al menos era bastante original, no sabría decirte si me gustaba. La razón de llamarme la atención, era para contarme, que su compañera, además de rehabilitar la vivienda, también se dedicaba a diseñar y fabricar casi toda la ropa que llevaban, también tenía su pequeño círculo de clientes en el pueblo. A diferencia, yo seguía con el mismo estilo de camisas o zapatos que tenía hace 20 años. La economía colaborativa estaba en su pleno apogeo, al menos en los pueblos.
Habían adquirido una maquinita de tejer digital 3D de código abierto, que era capaz de fabricar casi cualquier prenda que pudieras imaginar, al igual que en los muebles, existía un repositorio de ficheros en la red de dominio público, de todo tipo de diseños de ropa, solo tenías que bajártelos y adaptarlo a tus medidas. Esto era inmediato, ya que todos teníamos un modelo digital de nuestro cuerpo guardado en el ordenador, claro era necesario actualizarlo de vez en cuando, por lo que ya os suponéis…
Las posibilidades eran enormes, ya que podías diseñar tu propio estampado al tejer la ropa, utilizar un determinado tipo de hilo o combinación de ellos, podías cambiar el estilo de puntada, era muy fácil elegir un determinado patrón o modificarlo a tu antojo. A este conjunto de facilidades se le añadía, la que para mí, era la más singular, y es que si el vestido no estaba roto o muy desgastado, era muy sencillo deshacerlo (estaba diseñado para tal fin) y recuperar los ovillos de hilo, que tras un tratamiento sencillo, podías volver a utilizar.
Todo ello implicaba un coste ínfimo, de lo que antes una persona dedicaba a productos textiles. Representaba un típico ejemplo de economía circular. Si la tecnología estaba influyendo en la sociedad, lo que de verdad la estaba transformando, son los nuevos conceptos en economía, de los que hablaremos largamente.
Esta facilidad y posibilidades, estaba trayendo de cabeza a las grandes empresas del mundo de la moda. Ya que el clásico modelo de negocio, de estar obligado a renovar anualmente tu armario, por una determinada moda impuesta, dejaba de tener sentido. Ahora cada uno lucia su propia moda, que nunca pasaba de moda, valga la redundancia.
A los pueblos cabecera que quedaron, llegaron desplazados de los pueblos limítrofes, jubilados que habían nacido aquí y conocían el tipo de vida que podían esperar, y también un importante número de familias jóvenes, con ciertos trabajos que no dependían de una estricta presencia o de un horario fijo.
Ese fue el caso de tres arquitectos, que llevaban ya cuatro años en el pueblo, eran dos hermanos arquitectos, uno casado con dos niños y una arquitecta separada que tenía otro niño. Cuando llegaron al pueblo, lo primero que hicieron fue comprar un terreno a las afueras, de más de 3.000 m2 y en vez de hacerse una vivienda cada uno de los tres, decidieron hacerse un domi común en la que vivieran las tres familias, con el considerable ahorro económico, que esto suponía.
Tenía zonas privadas y zonas comunes, manteniendo un perfecto equilibrio y una gran intimidad. La vivienda propiamente tenía 800 m2 construidos, con un jardín de 1.900 m2, y 500 m2 de otras dependencias, habían conseguido un diseño muy abierto, equilibrado y singular, tenía un jardín interior, que estaba fundido con su estudio creando un ambiente de trabajo único.
El modelo domi, era un concepto que ya estaba muy extendido por todo el país, curiosamente entre gente muy joven y entre gente muy mayor. Era habitual que un grupo de amigos, jubilados o gente afín, decidieran ir a vivir a una vivienda común, generalmente en zonas tranquilas y con costes bajos.
Tenían la intimidad que querían, ya que dentro de la vivienda cada uno tenía un pequeño apartamento. Lo interesante eran las zonas comunes y sobre todo los servicios comunes, si se juntaban 7 u 8 personas era relativamente económico, contratar personal para limpieza, hacer la comida, e incluso para gente de cierta edad, tener una pequeña enfermería.
Esta tendencia fue inevitable, dada la descomposición de la familia tradicional (actualmente el tamaño medio del hogar, se situaba en 1,56 personas), de los importantes costes que representaba la adquisición de una buena vivienda en una gran ciudad, y de lo aburrido y costoso que podía ser vivir solo en una vivienda.